martes, 25 de septiembre de 2018

LOS LIBERALES Y EL 2019


José Luis Espert, Nazareno Etchepare y Ricardo López Murphy.

De cara a las elecciones del 2019 quisiera poder hacer comprender a la diáspora liberal que estamos tan mal parados políticamente y faltos de organización como lo estuvimos durante el régimen kirchnerista. 

Aportamos en forma individual a CAMBIEMOS para poner fin al régimen, pero es claro que la dispersión nos debilita y nadie más que nosotros mismos puede representar nuestras ideas. La fantasía de un giro liberal de la política a fuerza de racionalidad impuesta por la realidad, no es algo que haya ocurrido; ni ocurrirá. Estos casi tres años de gobierno amarillo lo demuestran claramente. Si no activamos políticamente haciendo algo distinto de lo que hicimos hasta ahora, seguiremos siendo analistas de platea en lugar protagonistas del juego. 

A pesar de varios intentos y proyectos en curso, no tenemos constituido y funcionando un partido político habilitado para el juego electoral que sea estrictamente liberal. Ni nacional ni provincial y tampoco municipal. Esa falencia es obra y gracia de la poca tolerancia que nos profesamos entre liberales. La paradoja de la gran virtud liberal que mata el "liberalómetro"...

Sin esa organización y a un año de las elecciones nuestras opciones se reducen drásticamente. CAMBIEMOS ya no es una alternativa de primera mano sino otra cosa: lo malo que podemos llegar  a preferir frente a lo peor que representa el kirchnerismo y el resto de la izquierda. No más que eso. 

Nuestro capital político, a falta de organización política, se limita a la existencia de algunos pocos nombres de trascendencia pública que medianamente, suscitando mayor o menor entusiasmo, nos representan genéricamente: Ricardo López Murphy y José Luis Espert, principalmente, pero ninguno de ellos -ni tampoco otros como Javier Milei- dedican a la construcción política el considerable esfuerzo que ella requiere. Espert porque nunca evidenció interés por la lucha política y López Murphy porque, posiblemente, entienda que ya dio sus peleas y conoce como muy pocos el desgaste que significa protagonizar una campaña presidencial.

Sin que ellos tomen un compromiso activo con la política difícilmente el liberalismo vaya a salir de su dispersión estéril. Como primera opción, habrá que convencerlos que esa es la exigencia de la hora que cae sobre ellos. Si no son ellos serán otros nombres, pero obviamente no será lo mismo.

Así las cosas, desde el Partido Autonomista de la Provincia de Buenos Aires, me permito proponer un curso de acción: 

De cara a las elecciones 2019 los liberales debemos centrarnos en objetivos posibles, olvidemos cualquier figuración en la disputa por cargos ejecutivos, (no estamos invitados a participar de ese juego ni tenemos con qué), pero sí podríamos integrar listas de diputados nacionales y legisladores provinciales. Si presentamos una lista con Ricardo López Murphy como primer candidato a Diputado Nacional en Provincia de Buenos Aires y otra encabezada por José Luis Espert en Capital Federal, es seguro que obtendríamos varios escaños, por arrastre también en las legislaturas bonaerense y porteña. 

Obtener representación parlamentaria, algo de lo que hoy carecemos completamente, es posible. Y podríamos obtenerla en un número interesante para lo que va a ser la futura composición del Congreso, lo que obligaría a que quienes gobiernen nos tomen en cuenta, cosa que hoy no pasa. 

No vamos a hacer un país liberal con la elección del 2019, pero vean: ¿no sería un avance notable tener un bloque de diputados nacionales liderado por Ricardo López Murphy? Bancas liberales en una bancada todavía más amplia del centro a la derecha.

Si la política es el arte de lo posible, hagamos lo posible.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía. 

Partido Autonomista de la Provincia de Buenos Aires
-Zona Norte-



sábado, 22 de septiembre de 2018

DOS FLORES POR LOS GUERREROS DEL PARAGUAY



Se cumplió un nuevo aniversario de la Batalla de Curupaytí, 22 de Septiembre de 1866, durante la Guerra del Paraguay. 

Allí cayó el bravo Capitán Domingo Fidel Sarmiento, el mismo día en que escribiera a su madre una carta en la que decía que morir por la Patria es vivir por siempre. 

Este 22 de Septiembre propuse pasar por el cementerio de la Recoleta y dejar dos flores: una en la tumba del Capitán Sarmiento y la otra en el Panteón de los Guerreros del Paraguay. 


No se trató de un homenaje público, un acto, discursos. Nada de eso. Se trató de algo íntimo, personal, entre cada uno de los que fuimos a dejar esas dos flores y la historia. Porque al esplendor alcanzado por la Generación del 80, lo precedió el entendimiento de la Patria como algo tan trascendente que, cual dijera el Capitán Domingo Fidel Sarmiento, morir por ella es vivir por siempre. 


Los hombres de la generación del 80 fueron los jóvenes que combatieron en la Guerra del Paraguay, soldados profesionales como Julio Argentino Roca, soldados voluntarios como Leandro Alem, unidos por la misma convicción patriótica sintetizada por el bravo Martín Viñales quien, tras ser herido en Curupaytí, dijo al saber que le amputarían un brazo: “Poca cosa, la Patria merece más”. 

Hicieron un gran país; y las odiosas comparaciones me ahorran largos párrafos.


¡Honor a los combatientes y Gloria a los caídos!

¡Patria y Libertad!


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía

jueves, 20 de septiembre de 2018

SU ALTEZA EL EMPERADOR, REGRESA UNA VEZ MÁS.


La inmortalidad es el recuerdo que uno deja”.
Napoleón Bonaparte


Un clásico de la locura, en su versión delirio de grandeza, ha sido creerse Napoleón Bonaparte. El cliché del loco que asume la identidad del Emperador lo hemos visto repetirse en películas, series, dibujos animados, historietas y programas cómicos. 

Podemos reírnos, pero muy en el fondo sabemos que si jugamos tan sólo a poner una mano detrás y otra delante, quisiéramos conquistar el mundo... 

Ahora bien, ¿qué pasaría si en lugar de un loco que se cree Napoleón, nos encontrásemos con dos que disputan el puesto y otros cientos, miles de locos, creyéndose soldados y siguiéndoles el juego en uniformes de época, volviendo a marchar sobre Waterloo para luchar a sus órdenes por la gloria de Francia?

Eso es ni más ni menos lo que nos ofrece Netflix con "BEING NAPOLEÓN", el documental que registra la recreación de la Batalla de Waterloo en 2015, 200 años después de haber sido librada. 



El recreacionismo histórico consiste en adultos tomándose muy en serio los juegos de niños. Y así  sobre el filo que divide lo sublime de lo grotesco aflora algo conmovedor a lo largo del documental, una pasión por la historia que va más allá del homenaje e intenta convertirse en un déjà vu. No es simplemente reproducir una escena o montar un acto, es el orgullo de una identidad nacional en la búsqueda imposible de sentir eso mismo que sintieron los verdaderos protagonistas de la historia. Ese es el punto: sabiendo que todo es falso buscar un sentimiento verdadero como lamentando no haber estado ahí.

Entonces llega un punto en que un espectador lejano, del hemisferio sur, a 200 años de distancia y con un océano por medio, admira el esfuerzo de esos locos por satisfacer su locura al punto de comprender sus lágrimas, y acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", en algún momento sentirse al borde de compartirlas. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Un liberal que no habla de economía.




viernes, 14 de septiembre de 2018

ARGENTINA Y LA SOPA DE PUS.


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La pus causa asco desde su propia definición como esa viscosidad que secreta el cuerpo producto de alguna infección. Hay en la naturaleza repulsiva de la pus una apelación al instinto de supervivencia, ya que con esa desagradable anomalía el organismo expone su enfermedad y por ende la necesidad de cura. Desatender esa advertencia puede acarrear padecimientos más allá de lo repugnante.

El párrafo que inicia esta nota, bien podría ser el comienzo de un cuento de terror sobre alguien que, por ignorar una pequeña supuración de pus y negándose a todo tratamiento comienza a transformarse en una criatura horrible, haciendo incomprensibles esfuerzos por ocultar bajo las ropas los derrames de su pestilencia. Podría ser alguien como Al Capone, que murió de sífilis por miedo a las agujas hipodérmicas, o podría ser una alegoría de la Nación Argentina.

Ahora bien, dejando la literatura sobre lo horroroso para los amantes de Stephen King, sería seguramente largo y posiblemente vano intentar dilucidar en qué momento de su historia la Nación Argentina comenzó a supurar pus. Nunca fue un país gobernado por la santidad de los ángeles, sino por hombres de intereses y pasiones terrenales. por lo que ya antes de constituirse como República la Nación había examinado con sus propios dedos esa pegajosa inmundicia de la corrupción.

Podríamos sostener que más sano que enfermo, el cuerpo social de la Argentina conoció la pus y en alguna medida la toleró, con excusas varias, siempre y cuando mantuviera esa "medida"; porque excedida despertaba reacciones violentas, motines, revoluciones, golpes de Estado. Esas reacciones podían ser placebos y más de lo mismo, pero daban cuenta de una cierta necesidad moral de no ignorar la pus, de hacer algo frente a ella.

Así como sería difícil señalar la primera pus del país, es fácil ponerle fecha al momento en que la Argentina comenzó a ignorar la pus: 25 de Mayo del 2003. Y al día siguiente de la asunción de Néstor Kirchner, el tirano Fidel Castro, el mismo que comandó hordas de terroristas contra las libertades argentinas, daba un discurso en la Facultad de Derecho de la UBA. Sin que un francotirador hiciera justicia, sin que se alzaran voces indignadas por la pus discursiva del dictador. El país, escaldado por la crisis del 2001, mansa y cobardemente se entregaba a los mismos enemigos que en los años de plomo había vencido por las armas. Otra vez disfrazados de peronistas estaban en el gobierno con un plan de corrupción estructural que exigía, como requisito indispensable, falsear la historia desde una elaborada desmemoria colectiva.

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Vivimos entonces la pesadilla de Orwell aceptando que la pus era sopa y que los terroristas eran víctimas por las que los argentinos debíamos sentir culpa, y pagar. "Roban pero encarcelan", supo definir Jorge Asís la dinámica de ese proceso que significó, además de presos políticos que hoy siguen presos, profundizar el daño institucional, la degradación cultural y hasta la merma intelectual de los argentinos, con el único fin de aunar la suma del poder público. Subvertidos los valores, la propia muerte de Néstor Kirchner sirvió para consolidar al régimen en la figura de Cristina Fernández. Entonces, stalinistas como Diana Conti se sacaban el disfraz peronista bregando por una "Cristina eterna"; la pus de corrupción y totalitarismo chorreaba en los discursos por cadena nacional y la impunidad creciente tornaba desprolijos los métodos del saqueo. La estafa se hizo notar para muchos cuando, además de al parricida, vieron que las madres de los terroristas eran un montón de chorras lucrando con las viviendas de los pobres.

Al fin, una parte de la Argentina comenzó a sentir que la sopa en tanto tenía aroma a pus, consistencia de pus y apariencia de pus, como dejaba en el paladar gusto a pus no podía ser otra cosa más que pus, por lo que con la consiguiente y fenomenal arcada se recuperó parte -no toda- de la memoria republicana.

La Argentina, desde su tardía reacción republicana hasta ahora va entendiendo que la inmunda secreción largamente ignorada hizo que la ropa se pegara al cuero, por lo que todo lo que se descubre desgaja piel y deja correr borbotones de pus sobre la carne viva y dolorida. Desde luego, todavía hay quienes quieren seguir creyendo que la pus es sopa; o flan.

El mismo gobierno votado en el 2015, se negó a creer que la pus era pus. Mauricio Macri creyó que la enfermedad era tan superficial como para ponerse a bailar ni bien recibió el bastón de mando y, todavía hoy, no cobra conciencia que hay que ir decidido con el bisturí hasta la médula para extirpar el foco infeccioso, ni la centralidad que tiene en esto la batalla cultural contra la dominación marxista.

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Cualquier país habitado por personas sin conciencia cívica se expone a oscilar entre la demagogia, la anarquía y la dictadura. La envilecida Argentina a la que en su década infame del régimen K le impuso la selectividad comunista de la memoria y el olvido, es prueba de ello. Porque al perder la racionalidad de pensar al país desde su Constitución Nacional la idea de Patria se vuelve difusa y la democracia como la República son palabras que pierden significado hasta quedar huecas.

Desde hace años Argentina discute sus problemas sin resolverlos, acumulando pus para las próximas generaciones. Mientras tanto obra como esas personas que buscan sus anteojos cuando los tienen en la mano. Porque el país fue pensado en 1853 y puesto en práctica por la Generación del 80: dejemos de buscar soluciones desde la alquimia mágica cuando a la Constitución Nacional la tenemos en la mano.

La principal cuestión que hoy enfrenta la Nación Argentina es de índole cultural: demasiada gente en su territorio que no desea vivir bajo la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional, demasiada gente queriendo creer que la pus sigue siendo sopa. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.




domingo, 9 de septiembre de 2018

SOBRE MINISTROS Y CULTURA


Si pasan música nacional
no es que se hayan dado cuenta
que la cultura de un país 
está en su gente
y yo sé que aquí hay polenta!

Miguel Mateos  (Huevos)



Establece la Constitución Nacional, en su Artículo 100 que "El jefe de gabinete de ministros y los demás ministros secretarios cuyo número y competencia será establecida por una ley especial, tendrán a su cargo el despacho de los negocios de la Nación, y refrendarán y legalizarán los actos del presidente por medio de su firma, sin cuyo requisito carecen de eficacia". Y el Inciso 6 del mismo artículo atribuye al Jefe de Gabinete de Ministros la responsabilidad de "Enviar al Congreso los proyectos de ley de ministerios y de presupuesto nacional, previo tratamiento en acuerdo de gabinete y aprobación del Poder Ejecutivo".


Quién es quién en el nuevo Gabinete de Mauricio Macri


Anteriormente a la reforma de 1994, la Constitución Nacional, a través del Artículo 87, fijaba en ocho el número de ministros, delegando en una ley especial las incumbencias de cada uno. Esa rigidez, que contribuía a mantener la burocracia estatal en un marco de racionalidad, fue rota por la autocrática constitución peronista de 1949, lo que le permitió a Perón tener un gabinete integrado por 21 ministros. La Revolución Libertadora, que abolió la constitución del 49, mantuvo 18 ministerios en la presidencia de Aramburu. Repuesta la Constitución Nacional de 1853 con sus sucesivas reformas los ministerios volvieron a ser 8 en los gobiernos  electos. Pero, como el vicio de incrementar la burocracia ya estaba instalado, el número crecía durante los gobiernos de facto que se volvieron parte de la rutina institucional del país. 

Menem en su última presidencia incorporó al Jefe de Gabinete, establecido por la reforma del 94, pero mantuvo ocho ministerios. Con De la Rúa los ministros llegaron a ser doce. Duhalde y Kirchner tuvieron 11 ministerios, y a lo largo de los dos períodos de Cristina Fernández subieron a 16, siendo el último que se incorporó a la grilla el Ministerio de Cultura, creado por el Decreto de Necesidad y Urgencia 641/2014 del 06 de Mayo de 2014. 

Para entonces era palpable el kirchnerismo como proyecto totalitario y que Cristina Fernández, aunque siendo presidente de iure, gobernaba de facto intentando aunar la suma del poder público. En razón de ello interpuse un amparo judicial contra el decreto que creaba en forma inconstitucional el Ministerio de Cultura, que en rigor de verdad lo sería de propaganda. Desde luego sabía que se trataba de un amparo quijotesco y que, aún teniendo la razón evidenciada, los jueces harían eso que tan bien saben hacer: someterse al poder de turno. 


Afortunadamente la reacción cívica contra el totalitarismo hizo que el régimen cayera por las urnas. Fue una gran alegría; pero pronto empezaría la lluvia de sapos y se entenderá, entonces, que recibiera la veintena de ministerios establecidos por Mauricio Macri como una patada al hígado, porque convalidaba y agravaba lo hecho por Fernández. Fue otra muy mala señal después de haber asumido bailando. 

Se necesitaron casi tres años para que el Presidente Macri redujera el número de ministerios. Y ello como modo de corregir su propio error, sin avanzar mayormente sobre la herencia recibida ni dar indicios de la fuerte reducción y profunda reforma funcional que, por la viabilidad del país, requiere aplicarse a la estructura del Estado. No obstante, sin desconocer que la medida peca de cosmética, me permito celebrar que haya dejado de existir aquel ministerio al que me opuse activamente.  

También me complace que proteste Pacho O'Donnell, diciendo a Patricia Kolesnicov que: "La Secretaría de Cultura no se puede gestionar dependiendo del Ministerio de Educación", en la nota de Clarín ilustrada con la siguiente foto que lo desmiente, porque es en sí misma una advertencia sobre lo superfluo: 

Secretario de Cultura. Pacho O'Donnell en 1996, distingue a Ronnie Wood y exhibe un dibujo de Keith Richards. /Archivo Clarín


Por supuesto, Página/Bolche lamentó que "poco más de cuatro años duró el sueño del ministerio de cultura". Era lógica y esperable la pena de los escribas de Verbitsky porque ese sueño era lo que explica esta foto con el representante de la dictadura cubana en Argentina Orestes Pérez y la entonces ministro de cultura Teresa Parodi: la claudicación cultural ante la tiranía castrista.




Un Estado presente no significa un Estado que se meta en todo. El Estado debe limitarse ante la autonomía de los individuos, ya que garantizar la misma es su principal función. Por ende su rol respecto de la cultura debe ser subsidiario, conservador -no vanguardista- y acotado a la protección del patrimonio histórico y cultural de la Nación Argentina. Sin pretender trasmitir otros valores que aquellos que hacen a la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Un liberal que no habla de economía.








LA SONRISA DE JAMES COBURN

LA SONRISA DE JAMES COBURN