Reiteradas veces he advertido que el conflicto mapuche es ficticio, lo real es el uso del resentimiento araucano por parte del castrismo en una guerra de Inteligencia que tiene por objetivo socavar la soberanía de Argentina y Chile, porque los comunistas no quieren naciones democráticas ni personas libres.
Desde luego el tratamiento de la cuestión a uno y otro lado de la Cordillera es y debe ser distinto, porque los araucanos no califican como pueblo indígena argentino en los términos en que la Constitución Nacional, a través del Art. 75 Inc. 17, indica que corresponde al Congreso de la Nación: "Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos".
La pretensión etnonacionalista mapuche, que supone desconocer la soberanía de Chile y Argentina al reclamar el reconocimiento de un territorio binacional al que denominan "wallmapu", no soporta el rigor histórico, es una construcción caprichosa, un relato ficticio que parte de atribuir a los araucanos un status de nación independiente que nunca tuvieron (leer "CUANDO QUIEREN CAMBIAR BANDERAS POR TRAPOS").
Además, los araucanos no son, como supone la palabra "mapuche" brotes de la tierra surgidos de la araucanía, llegaron allí queriendo escapar del dominio Inca primero y del español después, de ahí la palabra "huinca" cuyo significado es nuevo inca. Y en ese constante escapar hacia el sur nunca se asentaron en un territorio, por ende no desarrollaron una cultura civilizada como muy bien supo explicarlo el historiador chileno Sergio Villalobos.
El relato ficcionado de la existencia de un pueblo mapuche viviendo bajo una cosmovisión de completa armonía con la tierra es tan falso como suponer que el Az Mapu, conjunto de reglas que regian la vida de los auraucanos para mantenerlos en estado nómade y salvaje, fuera algo más que un esbozo de orden jurídico primitivo.
En esta Argentina decadente, indefensa, insegura, carente de servicios de Inteligencia y gobernada por un régimen kirchnerista que destruye tanto la República como compromete seriamente la soberanía nacional, el nivel alcanzado de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual permite que lo grotesco cobre identidad (leer "AMBICIONES MAPUCHES EN LA ARGENTINA GROTESCA"), sólo así se explica que se haya dejado crecer como un problema real algo que nunca lo fue y que está resuelto desde que la Nación Argentina puso fin a los malones.
Y así, de forma absurda, el problema inventado que dejaría de existir con un mínimo de racionalidad al gobierno del Estado Argentino sigue creciendo.
La existencia del "costo mapuche" como práctica extorsiva impuesta a la producción petrolera, la permante amenaza de usurpaciones con la complicidad del gobierno nacional arrancando concesiones a los gobiernos provinciales, la existencia de vecinos que en zonas rurales ante el desamparo del Estado organizan autodefensas, el constante y sistemático desprecio por la Constitución Nacional en la casta política, son factores de conflictividad que combinan de manera peligrosa con lo que signfica el gobierno del comunista Boric en Chile.
En este contexto, el terrorismo etnonacionalista araucano, financiado por Venezuela y dirigido por Cuba, es un instrumento eficaz para explotar las contradicciones de dos países que no han sabido poner fin a la subversión cultural que los corroe ideológicamente y los debilita tanto moral como materialmente.
El esfuerzo por hacer que, socavando su cultura, Argentina y Chile vayan perdiendo su voluntad de ser y prevalecer, deja ver al elemento activo en el escenario y a la mano inmediata que lo dirige, pero en esta como en toda guerra de Inteligencia hay otros intereses que operan con mayor discreción y acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", con mayor eficiencia. Por caso, que el Financial Times proponga que el Reino Unidos levante el embargo militar contra Argentina y reduzca tropas en Malvinas, pareciera buena noticia, pero no lo es: certifica el nivel de insignificancia alcanzado por Argentina como país tan indefenso que no califica ni para amenaza potencial de los usurpadores.
Los argentinos debemos volver a ser argentinos antes de convertirnos en una gran toldería. El sentido del deber ser sigue ahí, señalado en la historia por la gloriosa Generación del 80 y su abanderado: Julio Argentino Roca.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario