domingo, 13 de marzo de 2022

"STONE STAR", LA PIEDRA DE CRISTINA FERNANDEZ




La piedra de Cristina ha conmovido al kirchnerismo como no lo hicieron las piedras contra la Policía en 2017 ni las piedras con nombres de muertos con covid. 

Ahora les brotó la sensibilidad...

Esa piedra cuenta una historia de cinismo político e hipocresía obediente. Empecemos por el final.

La piedra en cuestión irrumpió en el despacho de la vicepresidente Cristina Fernández en la agitada jornada del 10 de Marzo de 2022, cuando una vez más la izquierda salió a la calle con la pretensión de imponer su voluntad por la fuerza de la barbarie. 

Si suponemos que el hecho fue real y no otra puesta en escena de las que acostumbra el kirchnerismo como farsa constante, podemos imaginar que el zurdo violento y antidemocrático que la arrojó contra esa ventana no sabía que tal piedra tenía el don de las estrellas nacidas para la cámara. 

Y allí estaba la cámara, agazapada en el despacho como corresponsal de guerra en Ucrania, esperando con la fuerza de lo predestinado, o guionado -vaya uno a saber-, que esa piedra hiciera su entrada triunfal a la fama. 

Entonces rugió el león de la Metro cuando catapultada al estrellato, atravesando el vidrio y levantando con elegante glamour cinematográfico la suave cortina que hacía las veces de telón, la cámara se regocijó en filmarla para concluir en un primer plano dramático de la ya Stone Star sobre cristales rotos en dos libros alusivos a Perón y Evita. 

Con la escena perfectamente filmada, la voz en off de Cristina Fernández completó en la edición la película de victimización: un típico drama kirchnerista con la maximización de lo mínimo ocultando lo esencial. Antonio Cafiero, especialista en minimizar lo máximo en el grotesco peronista como arte, hubiera sintetizado su crítica al filme repitiendo su histórica pregunta: "¿murió alguien?". A falta de salas de cine, donde proyectar tan magnífica obra, la presidente, ¡ay, qué torpeza la mía!, digo: la vicepresidente ofreció su producción en Twitter.

Es interesante, en este punto, ir al principio de la historia antes de volver aquí para darle cierre. 

Allá por diciembre del 2017, durante el tibio y fracasado interregno macrista, el gobierno cambiemita permitió que la policía se sacrificara en vano permaneciendo estoicamente bajo un aluvión de cascotes. Aquello que empezó como una protesta contra el tratamiento del proyecto de ley de reforma previsional, previsiblemente violenta, se había convertido en una obscena lapidación permitida por la cobardía de los progres. Ningún funcionario tuvo lo necesario para dar a tiempo la orden de reprimir. Puede decirse que ese día el macrismo inició su retirada, porque luego tampoco supo capitalizar políticamente el sacrificio de los policías. Había dejado expuesta su falta de voluntad para dar batalla cultural, que palos incluye, y sostenerse en el poder. 

Por supuesto aquella inoperancia amarilla no justificaba de modo alguno la violencia roja que merecía total repudio por ser una barbarie antidemocrática, de las que llevan a imposibilitar cualquier consenso como es corriente en sociedades civilizadas que se expresan a través de sus instituciones. 

Muchos repudiamos la barbarie zurda, cuestionando también que los tibios dejaran prolongarse la lapidación. Si todavía hay países que lapidan delincuentes, en Argentina se lapidan policías, lo cual es lógico si se entiende que aquí se  mantiene e incentiva un ensañamiento feroz contra los defensores de la Patria que vencieron al terrorismo castrista. No hay cuestión en nuestra sociedad que no remita a la estupidez de perseguir y condenar a nuestros defensores satisfaciendo a los agresores.  

Es en esa lógica suicida (impuesta en modo Gramsci para terminar con la Nación Argentina), que otros no repudiaron esa violencia roja de comunistas, troskos, anarquistas y kirchneristas, más aún la justificaron. Porque esa es la barbarie con la que buscan aprovecharse de la indefensión de la República. 

Ante esos hechos Cristina Fernández hizo algunos interesantes posteos en Twitter que es preciso revisar para exponer su cinismo hipócrita. 

El 19 de Diciembre de 2017 abrió un hilo señalando que las palabras en el Congreso dichas por Agustín Rossi, jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria, expresaban con mucha claridad "la posición de nuestro espacio político". 

Conforme a esa claridad, publicó distintos fragmentos del discurso de Rossi, entre los que destaca la selección de uno muy significativo: "Este proyecto perverso perjudica al conjunto del pueblo argentino, por eso ha generado la reacción que se vio en todos lados menos en este recinto". 


Muy claro queda entonces que el kirchnerismo justifica la violencia antidemocrática frente a las ideas y propuestas de los demás. Porque lo que ocurrió en la Plaza de los Dos Congresos no fue una reacción cívica con manifestación pacífica sino un grosero intento de coaccionar a los legisladores por medio de la violencia. Casualmente, como tantas otras casualidades casuales que se dan en Argentina, ese mismo año había ocurrido que el 24 de Marzo, en la Plaza de Mayo, las organizaciones de derechos humanos reivindicaron abiertamente el accionar de las bandas del terrorismo castrista en los años de plomo; situación que el gobierno de tibios eligió no ver dejando así que los violentos totalitarios se envalentonaran. 

Pretendía el kirchnerismo, entonces, que la causa de la violencia estaba en el proyecto, cuya inspiración atribuían al FMI, y en el gobierno por impulsar ese proyecto. 

Unos días después de ese posteo, Cristina Fernández publicó otro tuit recomendando la lectura de un artículo del montonero Luis  Bruschtein publicado en Página/12, texto al que calificó de "excelente".

Bajo el título "Mea culpa" el escriba montonero da rienda suelta a su condición de propagandista K, inventando un relato que por lo grotesco de sus distorsiones revela la intolerancia del kirchnerismo.

Curiosamente fechado por Página/bolche el 26 de Diciembre de 2017 (CFK publicó el enlace el 23), el montonero Bruschtein pinta un cuadro de situación en el que el gobierno macrista para saquear a los jubilados "después de decir que son su principal desvelo, va a felicitar a los policías que les rompieron la cabeza". Por ello "satura los alrededores del Congreso con una parafernalia represiva porque un supuesto informe de inteligencia dice que hay 1200 subversivos dispuestos a ocuparlo. El despliegue es una provocación a los manifestantes que hacen uso de su derecho constitucional a defender su bolsillo".

Como vemos, el cuento del montonero Bruschtein, relata que los manifestantes realizaban una pacífica protesta ciudadana en ejercicio de derechos constitucionales pero se sintieron provocados por ver a uniformados dispuestos a preservar el orden. Raro, porque como muchos lectores de este blog he sido muchas veces un manifestante en protestas ciudadanas, ejerciendo mis derechos constitucionales, y nunca me sentí provocado por la presencia policial, incluso en situaciones en las que había más policías que manifestantes. 

Se ve que para el montonero Bruschtein, igual que para Cristina Fernández hay una especie de civismo que consiste en arrojar cascotes contra la policía. En el colmo de su inconsistencia, afirma que decenas de esos manifestantes tan cívicos, incluyendo mujeres y ancianos, fueron apaleados, gaseados, fusilados con balas de goma y detenidos. Pero como esa descripción es de una mendacidad evidente intenta disfrazarla de veracidad señalando como oficialistas a todos los diarios que publicaron en tapa las fotos de manifestantes tirando piedras. "Sólo Página/12 mostró la parafernalia represiva en su tapa", sostiene Bruschtein para el autoconvencimiento de los militantes fanáticos capaces de ignorar la realidad en la tapa de todos los diarios que Página/bolche procuró borrar de la realidad en un recorte stalinista de las fotos. Y es que en el cuento del montonero escriba los manifestantes fueron apaleados "hasta extender la violencia a toda la manifestación". Así que una vez más la cuenta explícitamente al revés: "De pronto, las víctimas aparecen como los victimarios", afirma como para que su cara gane un lugar en la Isla de Pascua...

Con la memoria de ese artículo, cabe evaluar las palabras de Cristina Fernández en su video de victimización, puestas alrededor de la "Stone Star" que alcanzó dimensión de diva en su despacho.

Por supuesto arranca echando la culpa a Mauricio Macri del nuevo acuerdo con el FMI, sigue indicando que al momento del piedrazo la acompañaban en el despacho Oscar Parrilli, Anabel Fernández Sagasti y Máximo Kirchner, y sobre esa introducción lamenta que "Paradójicamente fue mi despacho el que atacaron" para añadir hacia el final que desde 1983 como militante política le tocó ver "escenas de violencia siempre vinculadas a ese organismo y sobre todo a las políticas que imponía a los distintos gobiernos".



Lo expuesto demuestra que Cristina Fernández no repudia la violencia contra las instituciones democráticas. Lo cual de por sí es muy grave por su rol institucional, lo único que ella dice lamentar es que esa piedra con vocación hollywoodense haya sido arrojada contra su despacho. Una vez más Cristina Fernández exhibe su narcisismo extremo, ella realmente parece creer que su persona es más importante que las instituciones como instrumentos de la convivencia democrática. Es el mismo trastorno orwelliano que experimenta el kirchnerismo al interpretarse, lo hizo a través de Carta Abierta, no como una facción democrática sino como la democracia misma, justificando en ello cualquier corrupción o atropello con la pretendida creencia de ser el único todo posible. Totalitarismo se llama eso.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.


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