"Recuerdos de la Guerra del Paraguay" de José Garmendia. Disponible en PDF: DESCARGAR |
Como efecto colateral positivo de esta cuarentena desprolija e irracional, sostenida en Argentina a través de un inconstitucional estado de sitio de facto, me he reencontrado con el placer de la lectura.
Debo agradecer ello a que buenos amigos me obsequiaron libros que, despertando mi interés, hicieron que volviera diaria y metódicamente a leer con gusto, no por mera consulta bibliográfica como importa la rutina de trabajo.
Los dos tomos de Historia de la Inteligencia Militar (La Inteligencia Militar en las principales operaciones militares desarrolladas en el Siglo XIX y Transformación de la Inteligencia Militar en los últimos años del Siglo XIX y principios del Siglo XX), redactados por la Comisión de la Tropa Técnica de Inteligencia "San Juan Apóstol y Evangelista", resultaron un gran repaso de contexto histórico para visualizar la evolución de la Inteligencia Militar. Lo que deja muchas reflexiones de utilidad para este presente argentino, donde prácticamente se combate a la Inteligencia desde la política en general y el gobierno en particular. Y todavía más a la Inteligencia Militar, porque el muy bajo nivel de nuestros políticos explica la realidad de un país dañado en sus instituciones, degradado en su cultura y con una creciente miseria intelectual. Consecuentemente no tienen ni siquiera una idea útil de qué hacer con las FF.AA. y por ello tampoco se ponen a analizar la complejidad de la información de Inteligencia que requieren hoy día las decisiones militares.
De esas amargas reflexiones, confirmando que la decadencia es una precipitada pendiente que va desde la altura alcanzada por aquella gloriosa Generación del 80 hasta la imbecilidad presente, me rescató, en parte, la muy buena novela de Marco Augusto Ferreira "El PASO de los cuatrocientos".
Se trata de una corta novela histórica que cuenta la abnegada marcha y combate de los soldados caazapeños del Regimiento Nº 27 de Caballería en la División del Uruguay, en la que los paraguayos llaman la Guerra contra la Triple Alianza y nosotros la Guerra del Paraguay (obsérvese y téngase siempre presente que decimos "del" y no "contra el").
El libro captó todo mi interés. No podía ser de otra forma porque estoy convencido que el patriotismo de los jóvenes argentinos que combatieron en la Guerra del Paraguay, que son los de la Generación del 80, contribuyó enormemente a la organización nacional que llevó el país a su máximo esplendor. Y en el orgullo por los nuestros profeso también un enorme respeto por el soldado paraguayo. La novela de Ferreira hace acrecentar ese respeto, ofreciendo al lector la verosímil intimidad de una unidad de combate en operaciones. Logra el relato mostrar desde una identidad paraguaya intransferible -lo que es un acierto del autor- las complejas ambigüedades, dudas y determinaciones que dan carácter universal a la experiencia del combatiente. De ahí que uno vaya queriendo a los personajes a medida que se adentra en la lectura padeciendo su suerte.
Un buen libro lleva a otro y por eso me sumergí luego en la lectura de "Recuerdos de la Guerra del Paraguay" de José Garmendia, del cual dijo Miguel Cané que lo leyó "de un aliento, con los ojos llenos de lágrimas muchas veces, el corazón latiendo con violencia siempre".
Un librazo, brutalmente honesto. Si bien apunté a buscar en él elementos de Inteligencia Militar, bien pronto perdí ese enfoque y ya no pude leerlo de un aliento como Cané. Me sentí obligado a darme pausas, sin nunca poder dejar de pensar en el enorme significado de esos actos narrados por Garmendia. Confieso haber bajado la vista empañada y con un nudo en la garganta evadiendo la lectura, y despertarme sobresaltado en la madrugada por estar recreando en sueños lo mismo que leía siendo compelido a saltar de la cama para seguir leyendo sobre aquellos argentinos que hicieron verbo las palabras de Andrade: "El himno de los libres al humo del cañón".
Y la pregunta hiriente es en todo momento, renglón a renglón, ¿cómo llegamos a ser esto cuando fuimos aquello? Ese coraje romántico de Patria a cuya gloria la que fue la mejor generación de argentinos tributo generosamente su sangre, nos interpela sobre el presente por el extravío de su legado.
Porque no es solamente que pelearon y que vencieron, lo que los hace mejores que cualquier otra generación de argentinos es la pureza del espíritu en la determinación de cumplir un destino. Hay en los guerreros argentinos de la Guerra del Paraguay una altura moral sobresaliente, son mucho más que hombres en batalla, son la expresión de una Nación con convicciones sólidas sobre su identidad y razón de ser que prevalece sobre discrepancias que pueden darse en cualquier sociedad.
Necesariamente al afirmar esto debo hacer una aclaración respecto de quienes combatieron en Malvinas. No hay diferencia de patriotismo ni de coraje entre soldados argentinos, pero es distinta la representatividad generacional y su proyección.
Imposible para mí no pensar en Oscar Ledesma, poeta indispensable de este tiempo y soldado destacado en la Guerra de Malvinas, cuando el prólogo al libro de Garmendia lo escribe otro poeta: Ricardo Gutiérrez, médico que sirvió durante toda la Guerra del Paraguay. Me digo entonces que esos dos poetas, distintos pero con tanto en común, son de la misma estirpe que el gran Bardo de la Libertad Don Vicente López y Planes, y que ninguno en ese trío de poetas guerreros se dejó ganar nunca por el odio. Razón por la que, acaso, hermosa palabra la palabra acaso, quien recita a uno, recita a los tres.
Quien lea de Garmendia "Recuerdos de la Guerra del Paraguay" llegará a percibir la honda humanidad en estos versos, para recordarnos que ser argentinos es, tanto en la victoria como en la derrota y en toda circusntancia, una idea de bien.
LA VICTORIA
No levantes canto de victoria
en el día sin sol de la batalla;
que has partido la frente de tu hermano
con el maldito golpe de la espada.
Cuando se abate el pájaro en el suelo,
se estremece la tórtola en la rama;
Cuando se postra el tigre en la llanura,
las fieras todas aterradas, callan!...
¿Y tú levantas himnos de victoria
en el día sin sol de la batalla?
Ah, tan sólo el hombre en nuestro mundo impío,
en la caída de los hombres canta.
Yo no canto la muerte de mi hermano;
márcame con el hierro de la infamia.
Porque en el día en que su sangre viertes,
de mi trémula mano cae el arpa.
Ricardo Gutiérrez
Ángel Magaña, interpretando a Ricardo Gutiérrez en "La cuna vacía" recita "La victoria" https://www.youtube.com/watch?v=Uee4j0ncgHw&t=3413s |
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de ecoomía.
un liberal que no habla de ecoomía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario