domingo, 23 de junio de 2019

¿QUÉ DESEAN REALMENTE LOS ARGENTINOS?



No soy más que un individuo con su opinión y un voto.

No soy gurú de nadie.

Un individuo, una opinión, un voto. Sólo eso.

Y los dueños de la verdad y la sabiduría,
que se atribuyen la curiosa virtud de ser la única opción posible,
 me dedican su intolerancia...

Temen.





Tras el cierre de listas de candidatos para las PASO, el 22 de Junio de 2019 debería ser recordado como el "Día de la democracia fallida". 

No hay ningún candidato, ni uno, que lo sea por el voto de los afiliados de su partido en elecciones internas. 

Así es como la representatividad se encuentra viciada desde su base: por la falta de vida institucional en los partidos políticos donde los afiliados no tienen ni voz ni voto. Y en la voluntad evidente por mantener ese vicio, evitando cualquier intento de sanear la representatividad, se manifiesta consolidada la mutación de la dirigencia política en casta.

Esta casta política, en defensa de sus privilegios, mantiene un sistema electoral ajeno a la ética republicana, lo que no es más que una ficción del sistema representativo que dispone la Constitución Nacional en su artículo 1º. Vamos a las PASO, obligados por una ley hipócrita y decorativa, cuya única finalidad es fingir un vínculo inexistente entre supuestos representantes y representados. Dilapidando en ello muchísimo tiempo y dinero, recursos siempre escasos de los que el país no dispone.

Las PASO no son un logro de la democracia, sino la expresión más obscena de su usurpación y vaciamiento; la patética burla a la ilusión democrática de 1983 devenida en frustración consuetudinaria.  

Esta puesta en escena es un decorado democrático que sólo sirve a las camarillas políticas con sellos de goma que desaniman la participación ciudadana. Pero esa voluntad de casta, de club cerrado que hace a la perpetuación de una misma dirigencia, no sólo en personajes sino en métodos y cultura, no libra de culpa al ciudadano que ante los obstáculos se retrae de la política: un pueblo de conciencia débil y voluntad conformista, resignado, se merece la representación de esa dirigencia execrable que, privilegiando su propia conveniencia, no da muestras de creer en otra cosa que no sea su última mentira.

No hay indignación cívica frente a la escandalosa falta de convicciones y palabra que exhiben los políticos de la casta. Si el oficialismo recluta a Miguel Ángel Pichetto, Sergio Massa vuelve al totalitarismo kirchnerista, o Jorge Macri violenta su compromiso (público y firmado) de no postularse a un tercer período como intendente de Vicente López, no hay ningún reproche, ninguna sanción por la inconducta. Cualquier cosa es posible y todo vale. La falta de honorabilidad es lo corriente.

Las listas de la casta política confirman que la decadencia argentina seguirá por al menos otros cuatro años. Sin honestidad intelectual, sin ideas ni principios que aspiren al bien común, esos nombres para el gasto de las PASO muestran no entender que el país necesita instrumentar una austeridad republicana tal que haga parecer hedonistas a los espartanos y la vuelva parte de su cultura. La batalla cultural es volver a la racionalidad del país pensado y regido por la Constitución Nacional, que intente resolver sus problemas en lugar de acumularlos. 

Pero además de conservar afanosamente sus propias miserias, la casta política se dedica a evitar que se activen los anticuerpos de la sociedad. En estos días las operaciones contra las candidaturas de Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert, fueron mucho más que la pasiva resistencia del ninguneo periodístico y mediático pretendiendo encapsular a los outsiders de la política en el estereotipo de lo inviable. Hay un pronunciado rechazo de la casta a la reacción por derecha, la única que no le es funcional desde que la cultura imperante es el fundamentalismo progre, que tiene por libro de cabecera el diccionario de la corrección política escrito por la izquierda.



Escucharlo a Aseff, defender lo indefendible de su traición de última hora contra Espert, argumentando que el país no quiere que los dirigentes políticos estén peleados entre sí, demuestra que esta democracia no es tal, sino un club cerrado y grotesco a medida de personajes incapaces de sostener su palabra.

La política no está puesta al servicio de la Patria ni del pueblo, sino al exclusivo beneficio de la casta política que se reparte cuotas de poder con el único fin de preservarse. No hay República, ni democracia, tampoco una clase dirigente aristocrática. Son eso que vemos en las listas confeccionadas a dedo según el mandamás de cada camarilla, y que luego se darán un barniz democrático con la farsa de las PASO; para que parezcan representan algo más que el interés de la casta.

La Constitución Nacional, dispone desde la reforma de 1994 en su Art 38, que "Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático", pero al cierre de las listas lo único "fundamental" son los dedos que ungen candidatos. No tiene intención la casta política de cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional, ni de asumir la realidad de los problemas del país, por eso no se habla de la reforma estructural y funcional del Estado, ni se habilita una revisión legal del sistema electoral y de partidos para sanear la representatividad desde el protagonismo de los afiliados. La miserable mezquindad de la casta política argentina, que es apreciable todos los días, exhibe a estas horas la desesperación por mantener sus privilegios a costa del fracaso del país. 

La casta política está de fiesta, una fiestita que nos cuesta de arranque $ 3.000.000.000. A puro dedo providencial y rosca de camarillas. Somos un país esclavizado y a la deriva.

Y en este panorama donde las alternativas parecen reducirse a dos, Ezeiza para los jóvenes y Chacarita para los viejos, la pregunta realmente difícil de responder es ¿qué desean realmente los argentinos? No tengo la respuesta. Repudio a los que votan una manifiesta asociación ilícita, y no entiendo  a los que se conforman con un presidente cobarde, que en lugar de poner el cuerpo en el acto por el Día de la Bandera se escondió en un ámbito cerrado rodeado por chicos de escuela primaria (lamentable maniobra antiprotestas).

Finalmente aborrezco a ambos, porque por mucho que alardean de ser distintos no se repelen entre sí, cosa que harían si fueran incompatibles. Por el contrario, se apoyan mutuamente para seguir existiendo. 

Al contexto de apatía cívica pareciera, como alguna vez observó Lavalle durante la dictadura de Rosas, que los esclavos están muy contentos con sus cadenas. No hay un horizonte ideal ni aspiración alguna de llegar a él en la generalidad de la población, ni anhelo colectivo de superación en las masas, ningún pensamiento organizado y estructurado como camino de realización. No hay dirigencia, ni hay política. 

Simplemente hay, amén de algunos pocos quijotes, muchísimos mendigos que esperan levantar alguna migaja en el festín del neofeudalismo. La casta tal vez haya logrado dañar las instituciones y degradar la cultura del país en tal medida que no haya nada que esperar, como si a aquella Nación orgullosa que cantaba el Oíd Mortales se la hubiese llevado el viento.

Asumamos que llegamos a esto por idiotas. Porque, al fin de cuentas, el país sigue siendo el mismo que hizo grande la Generación del 80, y no por ser lumbreras que lo hemos convertido en la tierra de los nadies. Debemos ser idiotas si de 1983 a hoy no hemos hecho otra cosa que decaer. 

Entonces seguimos en el mismo dilema del 2015, viviendo otra vez nuestro día de la marmota. 


ROBAR AL VIENTO

Iba a exiliarme en un país de recuerdos,
de leyes sabias y glorias pasadas,
pero era marchar con Lavalle a la locura,
pretender ser Alberdi o un Sarmiento;
aquella, mi Patria, se la ha llevado el viento.

Quizás vaya a buscar el calor de otro fuego
aquí me hiela un frío de almas vacías,
de perfidias urdidas por mentes oscuras,
si cualquier verdad no es más que lamento
la vida no es vida sino un tiempo mugriento.

Me rescatan palabras, tan sólo palabras,
retintas de sangre, mi propia sangre,
que pintan escenas mejor que la pintura
y no queda chance de extrañamiento;
sigo aquí, emboscado, para robar al viento.

(24JUL15 - 15:45 hs)



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía. 


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