Nada nuevo para Rosario.
Asistimos a otra improvisación ratificando la desidia.
La remake de un despliegue vistoso para que, más allá de algún narco que quiera sacar chapa de guapo, los narcos se replieguen por un tiempo.
Un tiempo que, ¡oh casualidad!, es un tiempo electoral.
Combatir al narcotráfico debe ser una decisión permanente, no de ocasión y urgencia.
Y de existir esa decisión hace años que la Provincia de Santa Fe hubiera sido objeto de una intervención federal en los términos del Art. 75 inc 31 de la Constitución Nacional.
Pero para darse esa intervención formal y real, la política debería cumplir su cometido y la democracia no ser este ensayo fallido, enamorada de sus fallos y camino a un Estado fallido.
Aquí la política, devenida casta, no tiene otro sentido del deber que el de fortalecerse a sí misma.
Por eso la única previsibilidad es la improvisación.
Y no puede ser de otra manera cuando el Sistema de Inteligencia Nacional se mantiene inoperante, incapaz de proyectar la evolución de ninguna situación; ni siquiera de una tan grosera como la de Rosario.
Como parte de su desprecio por la actividad de Inteligencia del Estado en servicio del Estado y no como polícia del pensamiento, el kirchnerismo en su cuarta presidencia -la del títere Alberto de la Fernández- atacó desde el primer día a la Inteligencia Penitenciaria, fundamental para la Inteligencia Criminal; y ahora juegan de sorprendidos porque hay narcos que dirigen sus organizaciones desde la cárcel.
El gobierno que hizo de la AFI (Agencia Federal de Inteligencia) una burocracia inútil está ciego frente al mañana.
No hay racionalidad en la toma de decisiones, sino espasmos reactivos que, además, ni siquiera buscan garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional, buscan ganar tiempo hasta otra prioridad que se anteponga a esta.
La Seguridad Interior no se alcanza con lenguaje "inclusivo", ideología de género, pintando bancos rojos, discursos de un presidente que finge autoridad mientras todos los días arrastra con su indignidad la investidura presidencial, ni con bravatas de ministros caraduras.
La Seguridad Interior, que consiste alcanzar y sostener la situación de hecho en la cual esté garantizado el estilo de vida propuesto por la Constitución Nacional requiere, sobre convicciones republicanas, planificación racional y decisión para ejecutar.
No tiene esas convicciones el conjunto de la casta política.
Por el contrario, como saben que sostener sus mal habidos privilegios es incompatible con el orden constitucional no dan ni darán un paso para revertir la decadencia. Como mucho fingirán hacerlo.
Expuesta la situación, decepcionante por cierto, es preciso plantear qué hacer frente a esto.
Porque hay soluciones.Y todas caben bajo la sabía definición del Presidente Julio Argentino Roca: "...el secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución; y no se necesitan seguramente las sobresalientes calidades de los hombres superiores para hacer un gobierno recto, honesto y progresista".
Pero para instrumentarlas es preciso quitar del poder a la casta política, que es todo lo contrario de la gloriosa Generación del 80 y sin disimulo alguno, con la mayor petulancia, sus referentes se creen superiores al resto de los mortales.
Porque es imposible con la casta un ajuste estructural y reforma funcional del Estado.
Sin reordenar el Estado liberándolo de toda la grasa que le han cargado para satisfacer intereses que no son los de la población, sino los de la casta, es imposible que cumpla con sus funciones básicas citadas como objetivos en el Preámbulo de la Constitución Nacional.
En ese quitarle grasa a la estructura del Estado, hay que curarlo de la bipolaridad con la que mientras tiene instrumentos para combatir el delito también los tiene para incentivar el delito.
Es inadmisible, pero hemos visto autos oficiales en usurpaciones.
Es inadmisible pero hemos visto funcionarios públicos convalidando el accionar de quienes niegan la soberanía de la Nación Argentina.
A ese Estado bipolar se ha llegado atacando desde 1983 la noción de la autoridad al confundirla con autoritarismo. Intencionalmente.
Así, empezando por estigmatizar a las Fuerzas Armadas como la encarnación del mal, y por extensión a todo uniformado, se subvirtió toda noción de autoridad incluyendo la de los docentes. Porque el embrutecimiento y la falta de autoridad allanan el camino para las dictaduras.
Pero, oh maravilla de la necesidad, ocurre que luego intentan, otra vez, que los militares arreglen lo que la mala política no supo ni quiso remediar hasta que puso en riesgo sus privilegios.
Lo dije antes y lo repetiré tantas veces como sea necesario: Un país que condena implacablemente a sus defensores, no para corregir desvíos y que no se repitan en el futuro sino cayendo en dar satisfacción a la venganza de sus enemigos, es un país que regala su destino al enemigo.
Aquí el precio de defender la Patria es el escarnio y la cárcel. El reino del revés que eso es el país de los héroes presos.
Rosario tiene, como la tiene todo el país, forma cierta de mejorar. Pero no va a ser con estos políticos.
Lo digo porque siendo Jefe de Gabinete de la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal, fui el impulsor del proyecto CoFFE (Coordinación Federal de Fuerzas Especiales) pensado para armonizar el accionar de las Fuerzas Especiales con Inteligencia, instrumento idóneo para operar en contextos como el que plantea Rosario. (Para más información ver artículo publicado en el diario La Prensa sobre el Proyecto CoFFE: EL PAIS DEBERÍA CONTAR CON UNA FUERZA DE INTERVENCIÓN COMPLEJA).
Lo propuse a Patricia Bullrich primero y luego a Sabina Fréderic, dos ministros de seguridad de distintos signo partidario.
Y lo presenté a ambas porque es una necesidad de la Nación Argentina.
Ambas lo ignoraron. Y ahí va Aníbal Fernández, de nuevo a improvisar.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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