martes, 31 de agosto de 2021

RELATIVIZAR LOS SÍMBOLOS: SÍNTOMA DE UNA PATRIA INDEFENSA


El argumento del fiscal Walter Rodríguez para desestimar (ver) mi denuncia contra el gobernador Perotti por ultraje al Himno es completamente falaz.  Pues no deslinda la libertad artística (que yo defiendo) de las obligaciones de los funcionarios públicos en actos oficiales.

Siguiendo el criterio del fiscal Walter Rodriguez de  que no se ultrajó al Himno al presentar una versión falsificada del mismo en un acto oficial, mañana otro funcionario podría presentar en acto oficial por Bandera Nacional alguna intervenida artísticamente con otros colores. 

La obligación de respetar los símbolos patrios es y debe ser ineludible para los funcionarios públicos. Y subrayo: la Libertad que representan esos símbolos ampara el derecho de libre expresión en cualquier persona, pero no en quienes obran como funcionarios públicos.

En mi opinión el fiscal Walter Rodríguez desconoce el derecho o es muy cómodo eludiendo poner límites al poder político. 

Hay un incumplimiento generalizado de los deberes de funcionarios públicos en esta Argentina subvertida y en decadencia.

Este caso es otra muestra de ello.

jueves, 26 de agosto de 2021

MARTÍN BALZA, DE LA AUTOCRÍTICA NECESARIA A SER FUNCIONAL AL ENEMIGO




Leo el artículo de Martín Balza en Perfil titulado "Desaparecidos y desaparecedores".

Me desagrada que un general olvide quienes son los suyos en la guerra y traicione la sangre de los camaradas muertos. 

Se pueden cuestionar los métodos, obviamente que sí, pero no al extremo de ser funcional al enemigo. 

Yo he alabado la "autocrítica" del Ejército Argentino impulsada por Martín Balza, en el contexto de la pacificación que intentó el Presidente Carlos Ménem. Celebré en particular que viniera de un combatiente en la Guerra de Malvinas. Pero roto ese contexto superador del pasado bajo el afán revanchista de la izquierda, adquirida como franquicia por el kirchnerismo para encubrir sus negociados (desde la vocación por apropiarse de fondos públicos y abalanzarse en éxtasis sobre cajas fuertes), estrategia bien definida por Jorge Asís como "roban pero encarcelan", persistir en lo que podía pensarse como una necesaria y sanadora autocrítica, se convierte en una herramienta de dominación cultural al servicio del enemigo para consolidar el escanio permanente de las Fuerzas Armadas. 

Son los contextos los que definen el significado de los actos, y en este contexto de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual que ahonda deliberadamente el régimen kirchnerista, cualquiera que se preste al afirmacionismo de la mentira, al falseamiento histórico y al negacionismo del ataque marxista contra la Nación Argentina, colabora con el enemigo y traiciona a la Patria.

La guerra revolucionaria declarada por las organizaciones terroristas dirigidas desde Cuba, no fue una guerra convencional, de cara a cara, con ejércitos a bandera desplegada como se combatió en Malvinas. 

Fue lo que son las guerras revolucionarias: mugre y clandestinidad.

El terrorismo castrista desplegó su ofensiva con ataques solapados tras infiltrar distintos ámbitos de la sociedad, hasta en hogares familiares poniendo bombas debajo de las camas. Y su violencia traía un mensaje: "Somos  más malos que ustedes. Ríndanse a nuestra voluntad".

Pues bien, los argentinos no nos rendimos ante la agresión comunista, y nuestros soldados se adaptaron al escenario de guerra sucia que instaló el enemigo; para dejar bien en claro que podíamos ser más malos que ellos y sostener nuestro estilo de vida. Así se hizo lo necesario.

¿Errores, excesos y horrores? Por supuesto. No tiene propósito negarlos. Las guerras de Inteligencia, las que se libran desde la clandestinidad para definir la supremacía entre estilos de vida de convivencia imposible, se combaten sin piedad y sin reglas. Porque la única regla es no perder.

¿Cometimos crímenes? Sí. Para no cometer el mayor de los crímenes: que terroristas como Firmenich o Santucho se salieran con la suya y a precio de matar un millon de argentinos nos impusieran otra dictadura con pretensión de eternidad a imagen y semejanza de la de Cuba (que sigue siendo hoy día la misma dictadura que lanzó contra nosotros sus organizaciones terroristas).

Entonces, ¿somos criminales los argentinos por haber eliminado terroristas? No. 

¿Debemos sentir alguna culpa por los terroristas neutralizados? Ninguna. ¡Que los lloren en Cuba!

Veamos ahora la cuestión de los desaparecidos como táctica de guerra.

Tengase presente que antes del golpe de Estado de 1976, en el interregno "democrático" del peronismo, los terroristas que estaban presos conforme a Derecho fueron amnistiados y que esa amnistía sólo sirvió para que sintiéndose con mayor impunidad retomaran la lucha armada.

Las organizaciones terroristas que operaban en Argentina eran de una dimensión mucho mayor que las Brigadas Rojas, y si Italia las pudo combatir con la ley en la mano fue porque no tenían ni el despliegue ni el grado de infiltración de Montoneros y ERP. Aquí además del terrorismo urbano, las organizaciones castristas atacaron cuarteles y coparon ciudades, por sólo señalar dos tipos de acciones que definen un estado de guerra.

Muchas veces se pretende poner el caso italiano como ejemplo de lo que debió hacerse, pero es una comparación que carece de todo realismo.

En los setenta, la información circulaba a mucho menos velocidad que hoy, eso era determinante para que capturado un enemigo se tuviera tiempo de sacarle información y golpear por sorpresa a su organización. Lo cual no hubiera ocurrido de iniciarse un proceso penal. Cosa que sólo hubiera traído aparejada mayores vulnerabilidades para las fuerzas del Estado argentino, pues cabe recordar que al Juez Quiroga lo mataron los terroristas por haber dictado sentencia contra ellos en procesos legales. 

Y subrayo este punto, porque a pesar del evidente prevaricato con que los militares han sido condenados por combatir y vencer al terrorismo castrista nunca mataron a ningún juez. Entre otras razones porque esos jueces, pueden serlo gracias a que los militares ganaron la guerra y con socrático patriotismo soportan las injusticias judiciales del revanchismo.

Luego, en el fragor de la guerra, a más de capturar, interrogar (bajo tortura, sí) e ir desmantelando células enemigas en sucesivos operativos, había que devolver la gentileza del miedo: que sintieran los terroristas la incertidumbre de no conocer la suerte de sus combatientes.

Y es que la guerra revolucionaria, en su total falta de convención, tiene un rasgo psicológico más fuerte que en otros conflictos; es una guerra de crueldad y miedo contra miedo. Por lo que la derrota de cualquier bando queda sellada cuando en lugar de causar miedo, tiembla de miedo. Y los terroristas temblaron.

Cuando una organización de tipo militar no tiene certeza sobre la disposición de sus tropas, ni puede determinar si sus faltantes han sido capturados, están muertos o desertaron, se produce el desbande. Ante ese desbande, Montoneros intentó la locura de una contraofensiva idiota en la que, como si la consigna hubiera sido "animémonos y vayan", no se arriesgó ningún jefe.

¿Qué esperaban los terroristas que mataron a militares y sus hijos en sus casas o en las puertas de sus casas? ¿Qué una vez capturados se les iba a ofrecer un café con medialunas y otra amnistía?

No iba a pasar. Por lo que cayó encima de los subversivos castristas todo el odio que generaron con su proceder artero. 

Es un estribillo común de la prédica izquierdista de posguerra decir que aquí no hubo guerra sino genocido y que la apropación de hijos de terroristas fue una práctica aberrante. Pues bien, al respecto es preciso contestar con toda claridad: cada uno de los llamados "nietos recuperados" demuestra dos cosas.

Primero demuestra el sentido humanitario de quienes adoptaron como propios a los hijos de terroristas -que dicho sea de paso eran horribles padres-, suponiendo además que de esa forma se evitaría que crecieran odiando como odiaban sus padres.

Segundo demuestra la inexistencia del tal mentado genocidio: los nazis no preservaban vidas de bebés judíos, ni los turcos a los armenios, ni los hutus a los tutsi. 

Ese rasgo humanitario de los militares argentinos, en el marco de una guerra sin ningún tipo de convenciones, confirma que su objetivo no era exterminar personas sino aniquilar el accionar terrorista. Es el mismo motivo por el que pulula tanto "sobreviviente". 

Nada de esto se dice, es algo que la imposición cultural de la "corrección política" impide manifestar, porque con "el diario del lunes" se ha olvidado la realidad del domingo. Las teorías sobre la posibilidad de haber lidiado con los terroristas aplicando algún otro criterio, meramente policial y por ende ajustado estrictamente a la ley penal, olvidan que Argentina no era Suiza. Ese pequeñito detalle no puede pasarse por alto sin una hipocresía descomunal, como la que campea desde hace décadas en Argentina.

Una vez más expreso mi agradecimiento a quienes combatieron y vencieron al terrorismo castrista impidiendo que nos arrebataran Patria y Libertad. 

En especial rindo homenaje al heroico Capitán de Inteligencia del Ejército Argentino Juan José Leonetti: ¡Con audacia y con valor!


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

martes, 24 de agosto de 2021

MATAR AL PRESIDENTE




La muerte violenta de un presidente es un hecho de enorme gravedad institucional, entre otras razones porque todo Estado, por su misma razón de ser, dedica un esfuerzo importante a preservar la vida de sus gobernantes. No es necesario explicar la relevancia política de la máxima autoridad de cualquier país como símbolo de sus instituciones. 

Sin embargo, la historia registra casos de presidentes que han sido ultimados en ejercicio de sus funciones. 

Abraham Lincoln en 1865, James Garfield en 1881, William McKinley en 1901 y John Fitzgerald Kennedy en 1963 fueron muertos a balazos (o a consecuencia de esos balazos) siendo presidentes de los Estados Unidos. 

Particularmente significativo es el homicidio de Kennedy, por el contexto de Guerra Fría en aquel mundo bipolar donde Estados Unidos lideraba al bloque occidental en la lucha contra el imperialismo soviético. Pareciera increíble que un país que compite por el liderazgo mundial pudiera perder a su presidente en un atentado a plena luz del día, pero más allá de la variedad de teorías sobre ese crimen, las democracias ofrecen vulnerabilidades que sus enemigos, organizados o como lobos solitarios, aprovechan sin piedad.

En 1981, a poco de asumir el mandato, un lunático le acertó un plomo al presidente Ronald Reagan. Otra vez la potente democracia, que bajo la tensión de las armas nucleares debía mantener a raya el avance comunista, se mostraba vulnerable a un ataque contra su presidente. Una vulnerabilidad que no compartía Leonid Brézhnev, su contraparte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, donde el culto a la personalidad del líder acentuaba el sistema represivo que pesaba sobre la población en sus apariciones públicas.

Como nota de color, recuerdo que en el programa de ATC (Argentina Televisora Color) "Sesenta minutos" al presentar la noticia el periodista José Gómez Fuentes hizo este comentario: "Dios sea loado, nosotros no matamos a nuestros presidentes", una expresión que intentaba señalar una diferencia de idiosincrasia con Estados Unidos, pero que olvidaba atentados contra Sarmiento, Roca, Perón y Videla, por distintas causas y motivos. En esto se puede decir que a la Argentina no la benefició alguna idiosincrasia pacífica sino la ineptitud de los perpetradores. 

Con menos suerte que Reagan, también en 1981, Anwar el-Sadat, presidente de Egipto, fue asesinado durante un desfile militar; en ese caso por cuestiones estrictamente políticas.

Tres años después ocurrió en la India (Octubre de 1984) que la primer ministro Indira Ghandi fue ejecutada a balazos por dos de sus custodios.

En la apacible Suecia el primer ministro Olof Palme fue muerto de dos balazos en 1986, cuando luego de ver una película en el cine caminaba de regreso al hogar en compañía de su esposa y sin custodia. Lo impensado había ocurrido donde jamás pasaba nada y nunca se esclareció motivo ni autor. 

En Rumania se produjo en 1989 un hecho hermoso: el alzamiento del pueblo rumano a favor de su Libertad y contra la larga tiranía comunista de Nicolae Ceaușescu. En consecuencia, Ceaușescu y su esposa fueron fusilados contra un paredón luego de ser sentenciados en juicio sumarísimo. La fotografía que muestra los dos cuerpos cayendo bajo las balas tiene una belleza singular, y es que más allá de la forma estética, agradable a la vista, es desde la ética imprescindible por lo aleccionadora y como fuente de esperanza para todo pueblo bajo la opresión comunista.


En 1995 y en este caso también por razones políticas, Isaac Rabin, primer ministro de Israel cayó baleado por la espalda al término de un acto público.

Luego hay otros casos, no de presidentes sino de dictadores puros y duros que como Saddam Hussein (2006) y Muamar el Gadafi (2011), fueron muertos en contexto de guerra.

Para completar este raconto, este mismo año en el devastado Haití, el Presidente Jovenel Moïse fue asesinado a balazos en su propia casa. 

Hemos visto así que si los presidentes de los Estados Unidos son vulnerables a eventuales ataques contra su vida, va de suyo que todos los mandatarios de países democráticos también lo son. Mucho más en países sumergidos por problemas que los dejan en situación de permanente crisis institucional, al borde de la anarquía y sin ningún horizonte de futuro en su población. Pero también se observa que los dictadores, a falta de un individuo decidido a matar que pueda acercarse hasta ellos, igual son susceptibles de encontrar un paredón, una horca o un linchamiento al final de su camino cuando sus delirios de permanencia y abuso del poder provocan alzamientos, revoluciones o guerras.  

Los motivos para matar a un presidente son muy variados. Pero en esta cuestión, como en tantas otras, el presente argentino está mostrando una nueva paradoja de la vocación por ser el reino del revés.

En Argentina el riesgo de vida que corre el Presidente de la Nación de por sí es mínimo y además ninguno va o vuelve del cine caminando sin custodia. Algo de lo que dijo Gómez Fuentes allá por 1981 es cierto: no tenemos una cultura que encuentre justificativo o abrigue de cualquier forma el deseo real de percutar un presidente. Y si bien tenemos muchos dementes, no se les da por ese lado. 

Pero sin embargo empieza a ser muy notorio que a falta de matar presidentes llegamos a tener  un seudo presidente, seudo Firulete (con perdón del gran Firulete) que está matando la investidura presidencial. 

Alberto de la Fernández ha demostrado sobradamente no tener capacidad ni dignidad para sostener con un mínimo decoro la investidura presidencial. La pisotea a diario en cada uno de sus constantes papelones, disparates, contrasentidos y atentados contra la razón que hacen de la República Argentina un completo y triste hazmerreír.

El gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista de Alberto de la Fernández superando ya  lo inaudito está logrando tocar el colmo de cada cuestión. 

La indignidad de quien impone sacrificios al conjunto de la población llenándose la boca con promesas de igualdad pero moja sobradoramente la oreja de la sociedad al refregarle -sin ningún arrepentimiento- los privilegios que se atribuye, como no bajarse el sueldo mientras muchos pierden sus ingresos, sacarse selfies en un velorio multitudinario o reunirse alegremente en la Quinta de Olivos a celebrar como al común se le prohibía, todo ello sobre el agravio a cualquiera que objetara las medidas de su inconstitucional DNU, hace que la idea de matar al presidente sea una fantasía agradable. 


Dalmiro Sáenz y Sergio Joselosky publicaron la novela de ficción política "El día que mataron a Alfonsín" durante la presidencia de Raúl Alfonsín. No sé si fue un buen libro (no lo leí), pero recuerdo perfectamente el efecto que causó ese título provocativo y debió vender bien porque luego -creo- surgió "El día que mataron a Cafiero" (tampoco lo leí). En alguna reseña del libro se señala que el interés de los autores apuntaba a mostrar el caos que podía sobrevenir a un magnicidio. 

Sobre ese antecedente, se me ocurre que sería un buen ejercicio literario escribir una novela que, para ser todavía más provocativa que aquella, narrara un atentado exitoso contra Alberto de la Fernández y Cristina Fernández, que es quien ejerce el poder como dueña del títere, pero a partir de ahí, en lugar de caos, describa la caída definitiva del régimen kirchnerista y el resurgimiento institucional de la República Argentina. Básicamente un cuento con final feliz. 

El título, para tapa emulando una primera plana del diario Crónica en sus mejores tiempos, podría ser: "Matar al presidente -salvar la República-". 

Si alguna editorial lo encuentra de interés me avisa y la escribo con el mayor de los gustos, porque se necesita una cuota alta de fantasía sangrienta para sobrellevar esta calamidad real de un gobierno indigno y morboso que cada día se esfuerza por ahondar el daño institucional, la degradación cultural y la miseria intelectual que hace de la Argentina un país sin futuro.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía. 







sábado, 21 de agosto de 2021

DÍA INTERNACIONAL DE CONMEMORIACIÓN Y HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO




Dispuesto por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en 2017, el 21 de Agosto es el Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo. 


En el año 2016, exponiendo en el Círculo Militar, sostuve que la guerra contra la subversión (terrorismo castrista) debía ganarse como sea, porque estaba en juego el estilo de vida de los argentinos, el todo, mucho más que un territorio o cualquier otro interés específico. 


Dije también que a los soldados dispuestos en el Siglo XXI para combatir al terrorismo los considero "mis soldados", los de la humanidad, los de la Libertad, sin importar su nacionalidad.


Y enfatizo: mis soldados, los que como los que nos defendieron a los argentinos del terrorismo castrista, luchan en cualquier lugar del mundo por aquello que, para bien, nos hace humanos.


Desarrollé el concepto en un pasaje de "El heroísmo y la gloria", uno de los libros de "Trilogía de Convicciones", y lo he tenido muy presente estos días viendo las imágenes difundidas en relación a la toma del poder en Afganistán por parte del Talibán. 

Estos párrafos del libro explicitan el punto: 

"Combatir a este terrorismo ya no será una causa nacional, un asunto de cada país. Tampoco lo fue en el transcurso de la Guerra Fría, aunque entonces las organizaciones terroristas servían al comunismo disfrazándose como pretendidos movimientos de liberación nacional. Los soldados dispuestos para aniquilar al terrorismo del Siglo XXI combatirán, sin duda, bajo la bandera de sus respectivos países pero por la causa de la humanidad. Una humanidad que, a simple vista, parece no contar con los mejores líderes en los países democráticos, encorcetados además por un falso concepto de la corrección política que fomenta una peligrosa pasividad frente al mal. No hay, de momento, presidentes a la altura de lo que significó Álvaro Uribe en Colombia. Me arriesgaré a decir que, en el afán de "humanizar" a la dirigencia política de los países democráticos, es posible que nos hayamos banalizado al punto de elegir idiotas. No borraré el "idiotas", pero ajustaré el concepto señalando que alude a la fatal falta de iniciativa y convicción para encarar lo debido.

El mundo democrático, de la tolerancia, del poder limitado frente a la autonomía del individuo, se condena al fracaso si elige replegarse frente al miedo. Para poder aspirar a ser buenas personas necesitaremos soldados de la humanidad, sin temor a sostener con las armas que la crueldad del soldado protege la ternura del ciudadano.

Sin hipocresías: entender que el mundo será la oscuridad que pretende el terrorista si de nuestra parte no somos capaces de desatar una voluntad guerrera que supere en mucho la voluntad del criminal. Libertad o esclavitud. Justicia o arbitrariedad. Civilización o terrorismo. Todo ello se juega en el escenario de nuestro presente".

Hechos de público conocimiento convalidan lo escrito entonces. 

Cierro con estos versos que escribí en 2015 repudiando el atentado contra Charlie Hebdo, porque es mi homenaje a las victimas del terrorismo y mi reconocimiento a quienes combatieron, combaten y combatirán al terrorismo. 


POR SER LIBRE

Yo tengo en claro, por ser libre,
que la libertad de expresión es tan sagrada.
como ineludible la responsabilidad por lo expresado.

Yo tengo en claro, por ser libre,
que toda verdad y razón queda en la nada
cuando la risible afectación de la deidad es lo vengado.

Yo tengo en claro, por ser libre,
que la tempestad proyectó la llamarada
del fuego visible en el terror sin salvedad de un dios lisiado.

Yo tengo en claro, por ser libre,
que la criminal vocación de la manada
será susceptible de la acción y la crueldad de ser soldado.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, 
un liberal que no habla de economía.




 

viernes, 20 de agosto de 2021

ANTROPÓLOGOS A CONTRAMANO EN EL MINISTERIO DE SEGURIDAD




Dos antropólogos puestos en el Ministerio de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic y Gerardo Halpern, evidencian una grosera incapacidad para comprender textos legales.

Y no poder interpretar la ley, es un obstáculo insalvable para servir en el área de Seguridad.

Esto es así, tan claro como terminante, porque la Seguridad Interior consiste en garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional. 

Eso y ninguna otra cosa, ni seguridad democrática, ni la sarasa de terminología importada vía Cuba desde Venezuela. Sólo la Constitución Nacional.

Este par de antropólogos, como integrantes del gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista del régimen kirchnerista, han dado sobradas muestras de no tener por objetivo en la función garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.

Esa intención, de hacer daño a los argentinos, quedó fuera de toda duda cuando Sabina Frederic denunció penalmente a vecinos de Bariloche y Villa Mascardi por reclamar que se pusieran fin a las usurpaciones. 

Algo inadmisible, propio del reino del revés.

Luego hay un insoslayable contexto político para la deliberada búsqueda de ahondar el daño institucional, la degradación cultural y la miseria intelectual que sumerge al país en la irracionalidad del reino del revés: son comunistas.

Por ser un gobierno comunista, envilecido además en la demagogia populista de decirse el que crea derechos y reparte la riqueza (aunque hace todo lo contrario), uno de sus objetivos prioritarios es destruir al campo como sector productivo y baluarte de valores tradicionales.

Recuérdese el llamado a la violencia hecho por voceros del kirchnerismo como Hebe de Bonafini o Ezequiel Guazzora, los sabotajes, la rotura de silobolsas, la complicidad de funcionarios del gobierno cuando Grabois intentó usurpar un campo de la familia Etchevehere en Entre Ríos, etc.

Es preciso ejercitar la memoria en el país de la desmemoria, aquí donde la mentira de los 30.000 desaparecidos se pretende verdad dogmática, para dimensionar desde la criminalizacion del campo que el régimen hace enemigo a cualquiera que se gane el pan con el sudor de la frente.

El canto de sirena del Estado presente, que sólo sirve para la fiesta de la nomenKlatura (como el títere en Olivos), tapa los quejidos agónicos de los que en verdad generan riqueza, y que son expoliados con tributos confiscatorios.

Se necesita realmente un gobierno como este, criminal, para lograr que en nuestro país, antaño orgulloso granero del mundo, los productores de granos o ganado se arriesguen a la sanción penal para evadir la carga tributaria que los hunde y funde.

El ataque al campo es tanto la exacción confiscatoria como la persecución penal estigmatizante que pone al comercio de granos al mismo nivel que el narcotráfico. 

Esa irracionalidad de matar la gallina de los huevos de oro, muestra la deliberada intención de expandir la miseria. Es llevar al colmo la estupidez, por parte de los mismos que empezaron hablando de "sustitución de importaciones" para terminar delirando con la "sustitución de exportaciones". 

El plan es que el Estado quiebre a todos para hacerse cargo de todo, absorver todo, oprimir todo. Y todo es todo, como dijo la jefa de la banda: van por todo. Por eso Sabina Frederic expresa que su ministerio trabaja contra el "tráfico de mercancías", que no es ningún delito sino mero comercio.

Uno desde la buena intención podría suponer un error de Sabina Frederic al expresarse, el faltante de alguna palabra en un tuit, pero no sobre la historia que estoy contando a fuerza de memoria y que deja muy claro que está en el Ministerio de Seguridad para hacer daño a todo lo que sea honrado.

Y entonces aparece otro antropólogo puesto en el ministerio, Gerardo Halpern, el mismo que cree y afirma que la Constitución Nacional no define un estilo de vida, y con esa "elevada" capacidad para comprender texto confunde el tráfico de mercancía con delitos aduaneros.


Estos dos antropólogos en el Ministerio de Seguridad de la Nación aborrecen el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional, son lo que puede esperarse en funcionarios de un gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista.

A juzgar por como piensan y obran, son "antropólogos a contramano" porque proponen el abandono de la civilización que representa la Constitución Nacional, para volver a la oscuridad del antro, para sujmergirse en aquella caverna mítica donde reina la ignorancia.

Hay que poner fin a este régimen indigno.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

lunes, 9 de agosto de 2021

EXPERIMENTO VACUNAS O LA VOCACIÓN DE LOS COBAYOS





Los medios bajan un discurso uniforme respecto a vacunarse, y ahora empiezan a señalar a quienes no se vacunan como un peligro social. Quieren que haya "pasaportes sanitarios" o distintivos de tradición infamante para aislar o marcar a no vacunados. 

Y yo, que no soy quien para opinar si las vacunas (experimentales todas ellas) son o no efectivas, tengo dudas. Y como cada vez que tengo dudas, resuena en mi recuerdo la voz de Aldo Rico diciendo: "La duda es la jactancia de los intelectuales". Me encanta esa frase y el modo en que lo dijo. Pero no hay debate. Hoy pareciera que la jactancia no se permite la duda y pasa por mostrarse uniformado, monolítico, abrazado a la "verdad" de los que reclaman obedecer gobiernos sacrificando libertades. Como no me gusta sentirme ganado corriendo en tropel cuando todos corren, ni desfilar resignado a que otros decidan al paso lo que sea sobre mí, mucho menos cuando el argumento es el miedo; dudo.

Porque si bien tengo pocas luces, traigo encendidas las de alarma. Digo esto y no presumo de rebelde ni valiente, digo solamente que el Himno Nacional empieza diciendo "Oíd mortales" para enseñar luego que vivir sin Libertad no es vivir. ¿Miedo a morir? Natural, tanto como la muerte para los mortales. ¿Y por qué desconfiar de un gobierno tan "honesto" como el que padece hoy la Argentina? Por sentido común, claro. ¿Quién gana tomando decisiones apresuradas en base al miedo? Quien fomenta el pánico, seguramente. 

Es raro además, para mi percepción, que el afán de vacunar aumente la insistencia del disciplinamiento social con medidas restrictivas de la Libertad a sostener incluso luego de la vacunación. Tan raro como la vocación de los cobayos despertada en buena parte de la población.

Escuché decir a un médico en TV que las nuevas cepas surgen de no vacunados. ¿Sí? Yo que no sé, no digo que no sea, pero sí digo que me parece raro.

Hay otros médicos que aconsejan no vacunarse, hay también científicos que dicen que las nuevas cepas son producto de la vacunación, pero nada de eso se debate en los medios. Ni siquiera las redes sociales son alternativa a esa pretendida "verdad absoluta". Hay una censura evidente.

No se habla abiertamente de posibles efectos futuros, como si la historia médica fuera amnésica al antecedente de la talidomida y los nacimientos con malformaciones que derivaron de su uso. 

¿Es mucho pedir que se debatan distintos criterios científicos de modo que los que no tenemos conocimientos específicos podamos clarificar las dudas? 

¿O simplemente tenemos que obedecer? 

¿Qué clase de verdad es la que no puede debatirse?

¿Es ciencia o fe?

Lo que planteo son dudas. La dudas de alguien que reconoce no saber. No soy antivacunas. Claramente no, porque hasta esta pandemia tenía entendido que las vacunas te inmunizaban. Y por eso han servido tan bien a la humanidad.

¿Inmuniza esta vacuna?


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

miércoles, 4 de agosto de 2021

¿Y DÓNDE ESTÁ EL FUTURO? ¡CONSTITUCIÓN O MUERTE!





José Ortega y Gasset se daría la cabeza contra la pared viendo, tanto tiempo después, que los argentinos, con vocación macabra, no discuten "las cosas" y se pierden en discutir palabras.

Vemos en acción el mismo esquema de siempre: el kirchnerismo se victimiza mientras destruye el país y la "oposición" se empantana por corrección política poniendose a la defensiva en vez de irle a la yugular para no parecer antidemocrática.

Esa "oposición" no capta que el problema no son las libertades que se tomó Alberto de la Fernández, sino las libertades negadas a los argentinos por el kirchnerismo con complicidad cambiemita.

El 19MAR20 el gobierno K, pretextando pandemia, dio un golpe de Estado contra la Constitución Nacional. Y los cambiemitas en lugar de denunciar el golpe se sometieron llamando "comandante" a De la Fernández (Mario Negri).

Si Alberto de la Fernández es un títere mentiroso, descaradamente mentiroso, el resto de la casta política sirve a la permanencia de la mentira y el descrédito de la Nación que lleva a los jóvenes a emigrar. No hay un aspecto de la vida argentina que no este cruzado por la mentira.


Asumamos que esto no se arregla votando. El sistema representativo está demasiado subvertido y viciado para ofrecer por sí alguna solución. Por lo que el proceso electoral en curso es una distracción gatopardista.

Argentina necesita una Revolución Republicana que parta de ponerle al régimen K un final a la rumana.

Mientras tanto esta democracia fallida es un mero abuso de la estadística que pone en duda la continuidad de la Nación Argentina.

Con el daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual que exhibe el país no será la mayoría embrutecida la que pueda recuperarlo. 

Aquí el embrutecimiento es tal que no se llega a tomar conciencia de lo que significa que empresas, como Toyota, tengan dificultades para contratar personal porque los postulantes tienen dificultades para comprender textos.


Y es que aquí el embrutecimiento es tal que, por ejemplo, el Ministerio de la Seguridad de la Nación tiene funcionarios, como Eduardo Villalba y Gabriel Fuks, cuya capacidad de comprensión de texto no les permite ni interpretar un tuit.

Ante semejante alud de miseria intelectual, lograda mediante el orwelliano proceso de desmemoria y adoctrinamiento colectivo iniciado en 2003, es preciso unir la dispersión republicana y encontrar el curso de acción para derrocar al régimen títere, golpista, corrupto, criminal y comunista de traidores a la Patria enquistados en el poder.

Algo que deberíamos aprender después de 106.000 muertos atribuidos al Covid es que nunca, jamás, se debe tolerar que gobierno alguno imponga su capricho como solución. Si no está dentro de la Constitución Nacional no es ninguna solución. Es infeKtadura. O totalitarismo liso y llano. Y si el gobierno nos puso a todos fuera del marco de la Constitución Nacional, todo recurso es válido para volver a ella, por la razón o la fuerza.

Hoy Argentina está privada de futuro porque cayó en la trampa de obsesionarse con el pasado y empantanarse en él, bajo un régimen que sigue las novelas de George Orwell, Rebelión en la granja y 1984, como si fueran un manual para la construcción del poder totalitario.

La evidencia de esa negación del futuro queda clara si se piensa en el rol de los servicios de Inteligencia y lo que está ocurriendo en Argentina. 

Los servicios de Inteligencia contribuyen al desarrollo estratégico de sus países previendo posibles escenarios futuros. Salvo la AFI que se dedica a revisar el pasado inmediato, el pasado cercano y el pasado lejano, porque la Agencia Federal de Inteligencia bajo intervención castrista es otro instrumento para el curro de los DDHH.

Las proyecciones de mayor plazo al futuro de servicios de Inteligencia son hipótesis sobre qué escenario mundial enfrentarán sus países a 30/50 años. Así países serios definen estrategias apuntando a ocupar un rol en ese mundo. 

Argentina... vaya a saber uno si existe para entonces.

Este empantanamiento suicida en el pasado, sólo pudo darse erosionando la vigencia de la Constitución Nacional. Ocurre que entre todas las funciones que cumple la Constitución Nacional hay una que es esencial para mantener la mirada en el futuro: cierra discusiones.

Se socava la Constitución discutiendo cuestiones preconstitucionales con la pasión destructiva de una absurda pretensión refundacional. Así infinidad de cuestiones se discuten a diario como si no existiera la Constitución de la Nación Argentina. Apañadas, esas discusiones, por jueces que se han constituido en Poder Prevaricador, al anteponer en sus fallos la voluntad política por sobre las normas constitucionales.

Nos hundimos en este desorden de confusión decadente y tenemos el salvavidas al alcance de la mano desde 1853. Como dijo y demostró el Presidente Julio Argentino Roca: "El secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución".

Hay días en los que escribir estas cosas, tan obvias, tan básicas, me da ganas de llorar.



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.




LA SONRISA DE JAMES COBURN

LA SONRISA DE JAMES COBURN

TERRORISMO: NOSOTROS Y EL MIEDO