Hace unos años escribí una letra como ahora escribo un "cuento".
Algunos amigos interpretan que hablo en esta letra del socrático patriotismo de los vencedores del terrorismo castrista. Y por supuesto no me desagrada esa interpretación. Es la misma que yo haría de haberlo escrito otro. Pero lo cierto es que no la escribí pensando en ellos.
La imagen del aprendiz aplazado de diablo vino a mi mente por una conversación, seudo negociación, entre un funcionario poítico que creyó que ofreciendo una serie de prebendas iba a poder alinear a un hombre de carrera a su corrupta voluntad.
El hombre de carrera ya había tomado una decisión que afectaba al funcionario político, pero necesitaba ganar tiempo para que la cosa fuera quirúrgica y no dañara a otros, así que puso cara de poker escuchando como si estuviera dispuesto a transar.
El fulgurante brillo en los ojos del funcionario cuando creyó que el alma del profesional estaba en venta, hizo que este pensara: "Pobre aprendíz advenedizo, me río en su cara junto al Diablo a su espalda y no se entera". La lógica del advenedizo era la de muchos que creen que todos tienen sus mismas ambiciones. Y hay muichos así, pero no eran las ambiciones de ese profesional que, incluso siendo capaz de obrar como mercenario, por ser de la clase que no jura en vano, nunca perdió el sentido del deber para con la Patria.
Mostrándose dispuesto el profesional ganó el tiempo que buscaba. El funcionario se fue confiado que se había puesto a otro en el bolsillo. Y aunque la cosa no resultó tan quirúrgica como el profesional hubiera deseado al final sacó al funcionario del juego. Claro, luego vendrían otros porque el sistema de envilecimiento repone sus bajas, pero esa es otra historia.
Fue por eso que escribí "De ángeles sucios".
DE ÁNGELES SUCIOS
Un aprendiz aplazado quiso comprar mi alma,
me le reí yo en la cara y el Diablo a su espalda.
Aprendices de diablos, quemándose con fuego,
confundiendo en su torpeza las reglas del juego.
Como si fuera posible, poder comprar mi alma...
Dejó de ser mía, por aquel sueño sin calma.
La llevo deshilachada en terribles pecados,
me he manchado de Patria y no seré perdonado.
En el infierno me aguarda el lugar reservado
a esos ángeles sucios, los que nunca se arrastran.
Para que haya almas puras, las nuestras son impuras.
La mejor compañía que la muerte regala,
sin más risa en las buenas, ni más llanto en las malas,
son los que pagan en vida, el valor de sus alas.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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