lunes, 9 de octubre de 2023

ISRAEL Y UNA LECCIÓN PARA LOS AGENTES DE INTELIGENCIA ARGENTINOS



Hace unos años, conversando con un grupo de agentes de Inteligencia activos uno de ellos me preguntó en qué me había cambiado a mí, como persona, el ser agente de la SIDE. Me pareció una buena pregunta y por eso me tomé un momento para pensar en ello. 

Mi respuesta fue que antes de ingresar al servicio no era enteramente conciente de todos mis prejuicios, convivía con ellos naturalmente como supongo le pasa a la mayoría de las personas. No digo prejuicios sólo en el peor sentido de la expresión (que también los tenía y acaso conserve) sino simplemente como preconceptos surgidos de la percepción que uno se forma de la realidad y que termina incorporando como si se tratara de infalibles saberes más que intuiciones. Ser agente de Inteligencia primero y analista de Inteligencia después me llevó a desmentir muchos de mis prejuicios liberándome de ellos. 

Especialmente aprende uno a soltar los prejuicios cuando esos prejuicios son en parte responsables de un error de apreciación en una profesión donde los errores siempre se pagan. Por supuesto todos tenemos prejuicios, pero por la naturaleza de la actividad creo que los buenos agentes de Inteligencia, experimentados en éxitos y fracasos, son las personas que portan menos prejuicios. 

Enseña el trabajo de Inteligencia que no hay que subestimar ni sobrestimar personas ni situaciones, que el conformismo intelectual de los prejuicios conduce muchas veces al error. Sobre los datos, el análisis de los mismos debe prescindir de nuestros prejuicios, especialmente porque en Inteligencia hay una regla de alerta constante: "mucha nadas hacen algo" que obliga a prestar atención sobre detalles en apariencia insignificantes, pero sin caerse de la realidad a teorías conspirativas. 

Esto es así porque la reunión y análisis de información de Inteligencia es distinta a la de otras especialidades, como la Investigación Criminal que obra en función de los códigos de procedimientos penales donde muchas nadas no hacen nada. 

Por esas razones, lo que crece en uno al librarse de prejuicios por ser agente de Inteligencia es la humildad. Y es que en muchos sentidos, como me recordó recientemente un profesional al que respeto: "Donde dice Inteligencia bien se puede escribir humildad".

Esta introducción viene a cuento de algunas observaciones que juzgo necesarias, para la consideración de los agentes de Inteligencia argentinos, a propósito del ataque a Israel que ha sorprendido y conmocionado al mundo.

Todos los servicios de Inteligencia del mundo, sin excepción, registran fallos en su historial.  Israel tiene uno de los más eficientes servicios de Inteligencia, del cual depende la supervivencia del país; pero nadie es infalible y los otros también operan.

Entendiendo que Inteligencia es el proceso racional que antecede la toma de decisiones, consistente en reunir y analizar información a ese fin y en previsión de escenarios futuros; va de suyo que la razón pues por la que Inteligencia no es infalible es simplemente la naturaleza de la conducta humana. 

Si todo pudiera predecirse, la humanidad ya no sería tal. Y  aunque a veces duela celebro sea así, porque prefiero sigamos siendo humanos y no insectos o autómatas.

El genial General Sun Tzu, que desde "El Arte de la Guerra" aportó la piedra basal de la actividad de Inteligencia, supo entender la humanidad como un rasgo esencial de la actividad de Inteligencia. Finalmente todos los fracasos son una enseñanza.

Porque cuando se obra con humanidad (humildad) se comprende la posibilidad del error y se trabaja para superarlo, quien en cambio se cree infalible se extingue al primer error. 

Confío que la Inteligencia de Israel sabrá sobreponerse al golpe recibido porque Mossad es sin duda de los mejores. En muchos sentidos ejemplo a seguir. 

Es tanto el prestigio de Mossad que, dando por supuesto que no puede incurrir en errores, ya comienzan a circular versiones improbables respecto a que Israel dejó hacer para atacar luego a Hamas. Son las mismas improbables teorías con el esquema del ataque a Pearl Harbor que se ha visto replicado tantas veces. Por ejemplo: Los propaladores de ese tipo de versiones dijeron ante el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires que no era una bomba sino el estallido de un supuesto arsenal. Ese ataque y el de la AMIA fueron un duro golpe tanto para la SIDE, un servicio de Inteligencia de eficiencia todavía razonable (en función del marco país) como para Mossad, una organización de altísima eficiencia. Pero en la historia abundan ese tipo de fracasos, y si algo es seguro es que la lista no está cerrada. 

Argentina, por caso, contaba con un muy buen Sistema de Inteligencia Nacional en 1976, cuando libraba con éxito la guerra contra el terrorismo castrista, pero eso no bastó para impedir acciones del enemigo como, entre otros, el atentado de la organización terrorista Montoneros contra el Comedor de la Policía Federal que dejó 23 muertos y 110 heridos.

Tampoco Estados Unidos, con su complejo sistema de agencias de Inteligencia, pudo evitar los ataques del 11-S que destruyeron las Torres Gemelas. Y también entonces surgieron teorías del ataque de falsa bandera, con Estados Unidos atentando contra sí mismo vaya uno a saber con qué beneficio que justifique semejante masacre.

Para dejarse seducir sin más por este tipo de teorías hay que padecer un gran complejo de inferioridad por el cual resulta increíble que un país con servicios de Inteligencia de primer nivel pueda ser atacado por sorpresa. Es una elucubración propia de quienes creen en la innata e inmodificable superioridad de unos sobre otros, como si no registrara la historia un largo listado de reinos caídos.

Ese mismo complejo de inferioridad aparece en cada lastimosa excusa de quienes, a veces gobernando, argumentan que los argentinos estamos mal porque otros conspiran contra nosotros.

La manía por victimizarse es un derivado de creer que hay poderes establecidos por encima nuestro que lo digitan todo y que unos países dominan a otros sin que puedan liberarse. Eso es pensamiento y espíritu de vasallos, el conformismo de los pusilánimes incapaces de asumir su propio destino y hacerse responsables de ello. 

Y entonces la cuestión a tener en claro: solamente los países soberanos, los que tienen la determinación de decidir su propio destino, cuentan realmente con servicios de Inteligencia. Aquellos que eligen victimizarse y abandonarse a los designios de terceros no son soberanos, por ende no los necesitan ya que lejos de tomar decisiones acatan lo que otros deciden por ellos.

Son pues los servicios de Inteligencia un atributo de los países soberanos. Brego, entonces, porque la Nación Argentina vuelva a tener servicios de Inteligencia tan fuertes y eficientes como para poder afrontar errores y fracasos sin derrumbarse.

Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", estos renglones que escribo como nota para agentes de Inteligencia, no sean otra cosa que asumir que, como canta Frank Sinatra, así es la vida.



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

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