Por Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Lo peor de los dichos de Federico Andahazi acusando de nazi a Javier Milei no es la infamia contra Milei, sino la sospecha/presunción que acercarse a un judío con intenciones amistosas sea una conducta nazi, como si tener "un amigo judío" pudiera obedecer a la única razón de camuflar el nazismo.
Ese costado del speach con que quiso justificar Andahazi sus afirmaciones sobre Milei, narrando que el libertario había intentado contactarlo atribuyéndole la intención de querer captarlo como su "amigo judío" y disimular así su nazismo, no debe pasar inadvertido. Alienta la idea de que hay que mantener bien delimitadas las diferencias, casi que lo que propone Andahazi es un ghetto intelectual, invisible pero palpable.
Ese tipo de pensamiento por cuadrículas aflora en el progresismo con distintas etiquetas, raciales, religiosas, sexuales, etc, con las que lejos de fortalecer la pluralidad uniendo a la sociedad se atenta contra la unidad en la compartida identidad nacional.
Luego está, como otra cuestión que no es menor, la de utilizar políticamente y a la ligera la etiqueta de nazi calificando de tal a cualquiera con intención de cancelarlo, lo que es todavía más grave cuando quien adosa la etiqueta es parte del poder y dispone de acceso a medios masivos de comunicación.
Cierto es que hay un uso coloquial que da distintas significaciones, muchas veces humorísticas, al mote "nazi", pero eso no justifica los derrapes verbales ni elucubraciones banales de quienes tienen o aspiran a tener responsabilidades políticas, mucho menos vulgares operetas basadas en falsedades.
Abundan los ejemplos de esa banalización de lo que significa el nazismo y que no cabe excusar en el uso coloquial. Sin ir más lejos, el diputado kirchnerista Luis Rodolfo Tailhade, acusó a quien esto escribe y al entonces Fiscal Marcelo Romero de ser nazis. Casualmente el Dr Marcelo Romero es candidato en estas elecciones por el mismo espacio político que Federico Andahazi. Por supuesto nos reímos con el tuit de Tailhade, pues lo tomamos como de quien viene, ya que un kirchnerista no está en aptitud moral de ofender a nadie. Ni para eso sirven.
Conviene rescatar del olvido aquella sana consigna de la Argentina como crisol de razas con la que construyó la idea de una Nación Argentina de convivencia con brazos abiertos al mundo y tolerante con las diferencias.
Y como el ideal que debe volver a guiarnos, cierro citando los versos de Roberto Rimoldi Fraga con su "Argentino hasta la muerte":
Un poeta la bautizó
con el nombre de Argentina.
Un sol de trigo ilumina
las glorias de su bandera,
cuna del Chacho Varela,
San Martin, Guemes, Moreno
Bustos, Ramirez, Dorrego.
Paladines de una raza,
aquellos que a chuza y lanza
su libertad defendieron.
Cuando el hombre de otras tierras
vió derrumbarse sus sueños,
entre llantos, sangre y fuego
por el horror de las guerras,
mi Patria que en su alma encierra
la grandeza del amor,
sin fijarse en el color
le abrió todas sus tranqueras,
sin preguntarle siquiera
raza, credo o religión.
Y aquel que se crea dueño
de esta noble tierra gaucha,
quiera ponerle su marca,
debe pensarlo primero;
que muchos gauchos murieron
por ganar su libertad.
Defender su dignidad
fue principio de esos hombres
que abonaron con su sangre
este suelo sin igual.
Por el orgullo que siento
de ser hijo de esta tierra,
sin rencores y sin guerras,
donde se guarda respeto
por el hombre y sus derechos,
dignificando a lo humano.
Donde no se arma la mano
para matar ideales,
donde flamean los trigales
con un canto de esperanza.
Yo quiero clavar la lanza,
de este homenaje a mi pueblo,
en el pecho de las guerras,
y gritarle al mundo entero
que aquel que tuvo la suerte
de haber nacido en mi tierra,
liberada por centauros,
ya puede gritar bien fuerte
aquellos versos ardientes
de Carlos Guido y Spano:
¡Argentino, argentino
hasta la muerte!
No hay comentarios:
Publicar un comentario