jueves, 28 de mayo de 2020

CARTA DE UN DESOBEDIENTE CIVIL A UN UNIFORMADO

                                                                                         

                                   
28 de Mayo de 2020.-


COMPATRIOTA DE UNIFORME


En los próximos días es posible que se intensifique la desobediencia civil frente al inconstitucional estado de sitio de facto dispuesto por el gobierno bajo excusa de pandemia. Eso podría significar en las calles situaciones de tensión por el aparente conflicto entre ciudadanos: civiles e integrantes de las fuerzas del orden. 

Si bien la tensión es inevitable, los civiles que salimos a las calles a exigir que el gobierno y el resto de la casta política se someta a la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional no somos irracionales, ni violentos. Ejercemos una rebeldía responsable, que surge de haber meditado sobre el significado de la vida y su valor jurídico. Compartimos los mismos valores y principios que ustedes, valoramos su rol en la sociedad y los apreciamos desde su vocación y trabajo. 

A nosotros, como a ustedes, no nos representa un gobierno que incumple la Constitución Nacional. 

Nosotros, igual que ustedes, sentimos que es una afrenta a cada uniformado (otra de tantas) tener por secretario de derechos humanos de la Nación a Horacio Pietragalla, el violento agresor de un policía jujeño.


Nuestra desobediencia civil no se manifiesta rompiendo bienes públicos ni arrojando piedras contra la policía. No somos la izquierda que compite con el kirchnerismo por ver quien odia más a los uniformados. Nosotros somos ustedes.


La pandemia es un riesgo de salud que debe atenderse, pero no modifica el orden jurídico argentino. El temor desmesurado, que el gobierno infunde en pos de afianzar su proyecto totalitario de corrupción estructural, no logrará enfrentarnos. No hay duda que la vida es un bien preciado. Ahora bien, la vida que como argentinos apreciamos no es un mero funcionamiento biológico, es un determinado "estilo de vida". Nuestro Himno Nacional lo expresa en estos términos:

"Coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir".

Desde el origen de la nacionalidad comprendemos que es preferible la muerte a una vida sin Libertad, el grito sagrado que el "Oid mortales" repite tres veces. Consecuente con esa premisa, la Constitución Nacional establece en su Art. 21 que "Todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la Patria y de esta Constitución". 

Esa misma Constitución, que exige de sus ciudadanos defenderla por las armas, que es decir: en combate y a costa de la propia vida, nos previene en el Art. 29 de los abusos del poder. Porque nuestra vida, honor y fortuna, no puede quedar a merced de gobierno alguno. 

Los constituyentes consideran al abuso de poder del gobernante un acto infame que merece ser considerado traición a la Patria, ya que la Patria y la Libertad deben ser una misma cosa para cualquier argentino.

Para prevenir tales abusos se creó en 1994 la figura del Defensor del Pueblo de la Nación (Art. 86), órgano constitucional con legitimación procesal para causas de incidencia colectiva (Art. 43), al que hoy no podemos recurrir pues la casta política lo dejó acéfalo hace 10 años.

La acefalía del Defensor del Pueblo de la Nación es más que un incumplimiento del Congreso, ES UN SOSTENIDO ACTO DE FUERZA CONTRA EL ORDEN INSTITUCIONAL Y EL SISTEMA DEMOCRÁTICO, de los que condena el Art. 36, cuya relevancia queda clara en las circunstancias actuales.

Ahora, con excusa de la pandemia, el gobierno ha suspendido un conjunto importante de derechos garantizados por la Constitución Nacional, sin declarar el estado de sitio que exige el Art. 23.

Y no podemos acudir al Defensor del Pueblo, porque la casta política nos mantiene indefensos.

Entonces debemos ejercer el derecho que nos confiere el Art. 36: "Todos los ciudadanos tienen el derecho de resistencia contra quienes ejecutaren los actos de fuerza enunciados en este artículo".

No es aceptable que el gobierno, poder constituido, se erija en dueño de las libertades de los argentinos condicionándolas, cual graciosa majestad real, a su permiso; porque convalidar ello sería reconocerle el poder constituyente en pleno, o sea: la suma del poder público.

Reza un epitafio espartano:

"Murieron en la creencia de que la felicidad no consiste ni en vivir ni en morir, sino en saber hacer gloriosamente lo uno y lo otro".

El Himno Nacional y la Constitución de la Nación Argentina expresan eso mismo con gloria en la Libertad.

En defensa de nuestro estilo de vida, cuando nos crucemos en la calle en las jornadas por venir recordemos que no hay conflicto entre nosotros. Esta claro que si cualquier civil se presenta en un cuartel o comisaría y pretende dar directivas nadie le obedecería porque ninguna norma le concede mando. Por lo mismo no puede obedecerse a un gobierno que sin declarar estado de sitio pretende suspender el conjunto de los derechos constitucionales. Entender esa cuestión, facilitará que evitemos roces en las calles. Ni ustedes ni nosotros queremos arrestos ilegales, ni sus consecuencias.


De allí que debamos cuidarnos mutuamente, solicitando en caso de confrontar la directa intervención de los fiscales, que se suponen garantes de la legalidad y algunos realmente lo son, en cuya presencia los desobedientes civiles denunciaremos al gobierno por incumplir con la observancia de la Constitución Nacional mediante su inaceptable estado de sitio de facto.

El gobierno no logrará enfrentarnos, estamos juntos.


Ariel Corbat


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