martes, 11 de diciembre de 2018

EL JUEGO DE LA CHICA PRO


Días atrás, una reunión informal y sin otra finalidad que compartir un momento de camaradería para despedir el año, la charla con una veintena de cuadros medios de una fuerza de seguridad ratificó algo que es común a todas las fuerzas: Patricia Bullrich cuenta con la simpatía de la tropa.

Esto, que parece una obviedad manifiesta, deja de ser tan obvio cuando se indaga en el significado y proyección de esa simpatía. Bullrich motiva al grueso de los efectivos de las fuerzas federales, logra que quieran creer en ella, sin embargo no llega a trasmitir confianza en la gestión porque no proyecta certeza en todo lo que no depende de ella.

Ningún otro ministro de seguridad logró, en 35 años de intento democrático, tan alto grado de reconocimiento como el que ostenta Bullrich en el personal, pero se limita a sus intenciones y no despeja las muchas dudas que existen sobre el futuro de corto y mediano plazo. Y no sólo por la proximidad de las elecciones, sino por la dinámica del escenario político y la conformación del elenco que la secunda en el Ministerio.

Así como confían en Bullrich desconfían del resto del gobierno, al que perciben como irregular e incoherente. "Todo bien con Bullrich, pero Avruj...", advierte un todavía joven oficial. La condición de presos políticos de quienes combatieron contra el terrorismo castrista, privados hoy de todo derecho y garantía constitucional, mantiene un nefasto sesgo aleccionador para quienes sirven armas en mano: "La sociedad no te reconoce, pide mano dura y después te olvida en la cárcel".

Dentro del Ministerio de Seguridad las presencias de Gerardo Milman y Eugenio Burzaco, por razones distintas,  tampoco contribuyen a capitalizar en liderazgo el aprecio por Bullrich. Sería por demás largo volcar aquí las objeciones a uno y a otro, basta con decir que no receptan nada de la simpatía por Bullrich.

El protocolo que endurece las normas de seguridad propuesto por Patricia Bullrich desató una interna en Cambiemos

En una nota anterior, a raíz del "Reglamento General para el empleo de las armas de fuego por parte de los miembros de las Fuerzas Federales de Seguridad", me preguntaba: "¿A qué juega Patricia Bullrich?". Y su intervención en el Consejo Directivo Nacional del PRO que tuvo lugar en Parque Norte el 10DIC18, dejó bastante clara la respuesta: La Piba del PRO juega para Durán Barba. 

Analizando la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, observó Durán Barba que "Bolsonaro ofreció una lucha sin límites en contra de la delincuencia, que es el problema más sentido por la gente de su país". Patricia, como buena "Chica PRO", que quiere ganar elecciones aunque no sepa para qué, ve al ecuatoriano como a un gurú. Y siendo parte de un gobierno que no levanta la economía (pese a la solvencia con que Mauricio Macri prometía terminar con la inflación cuando era candidato), Bullrich sabe que lo suyo, en bruto, alcanza para ser mejor que el resto. Tomó nota y salió al ruedo con una frase fiel a su estilo voluntarista: "El año que viene los votantes valorarán el cambio que se está generando y que no tiene vuelta atrás". 

El contenido del cambio, en materia de seguridad, es tan dudoso como el que no tenga vuelta atrás; tan dudoso que la simpatía de la tropa no pasa de eso. Pero ahora está de moda el "efecto Bolsonaro", y aunque no lo estuviera el gobierno no puede mostrar mucho más, así que fue la más aplaudida de los que hablaron en el encuentro del PRO. 



Para hacer más divertido el asunto, Gabriela Michetti, participando del mismo evento, con su estridente tono de voz, admitió primero que Argentina está fracasando en lo económico, luego ensayó una teoría sobre el valor aspiracional de las promesas de campaña, que quedará para la antología de lo poco que vale la palabra de un político, y finalmente cual frutilla del postre hizo un autoelogio de su rol como Vicepresidente en estos términos: 
"Por lo menos en lo que yo, a mí me toca en mis responsabilidades, yo me he metido hasta acá (hace un gesto similar al que Guillermo Moreno le dedicó a Martín Lousteau aquella vez, pasándose la mano por el cuello) y creo que es un cambio histórico en la Vicepresidencia de la Nación. O sea, ¿cuándo había un Vicepresidente que se llevara bien con el Presidente, que no generara narcisismo y querer considerarse como el Presidente y hacerse el importante? El Presidente confía plenamente en su Vicepresidenta (sic). Creo que es un cambio muy importante".
Ante estas declaraciones uno comprende que para Gabriela Michetti la noción de lo "histórico" es cuánto menos controversial, por no decir ridícula. Pero dejando de lado ello, podría decirse que el asombroso stand up de Michetti estaba destinado a Patricia Bullrich, porque sabe que ante la suma de frustraciones en el mandato de Mauricio Macri, por esas metas "aspiracionales" que la propia Vicepresidente reconoce incumplidas, la reelección presidencial requiere un ajuste de fórmula.

Bullrich podrá ser narcisista, tal vez creerse más importante que el Presidente o hacerse la importante, siempre en la visión de Michetti, pero mientras "Macri- Michetti" suena a más de lo mismo, a fracaso rotundo, admitamos que "Macri-Bullrich" promete otra cosa, o mejor dicho, establece una "meta aspiracional" distinta.

Y el corolario de esto es que, ayer, 10 de Diciembre (Día de la Democracia o este algo por el estilo que nos hemos dado), viendo "Animales Sueltos", el programa de Alejandro Fantino, gente que se reía groseramente de la campaña presidencial de Alfredo Olmedo ya dejó de reír. Pasamos del ninguneo soez a la preocupación por 5 puntos del electorado; cuando todavía no hay encuestas...



Porque hay cosas que con el PRO, viciado de progresismo, nunca sonarán auténticas. Mucho menos con un Presidente que comete el gravísimo error de no asistir a la asunción presidencial de Jair Bolsonaro. La sintonía con Brasil es un interés estratégico de la Argentina. Privilegiar vacaciones por sobre ello es irresponsable. Además, un gesto progre para que no le digan facho...

La credibilidad del PRO no pasa de ser una aspiración de campaña. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.



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