Robert McNamara, nombrado secretario de Defensa de los Estados Unidos por el presidente John F. Kennedy, además de haber modernizado y llegado a Presidente de la Ford, era un hombre con sólida formación académica y veterano condecorado de la Segunda Guerra Mundial, en la que sirvió como analista militar; es decir acreditaba idoneidad para el cargo. Conocía de qué iba la cosa.
En el complejo contexto de la Guerra de Vietnam, McNamara intentó trasladar la idea de rentabilidad empresarial al Ejército buscando que todo se cuantificara. En esa idea ordenó la recopilación de datos estadísticos al General Paul Harkins a cargo del Comando de Asistencia Militar Vietnam (MACV), recopilando metódicamente información sobre unos cien puntos de interés.
McNamara confiaba que las estadísticas le permitirían evaluar el curso de la guerra y tomar mejores decisiones, pero el Jefe de Operaciones Especiales del Pentágono, Edward Lansdale, advirtió que allí faltaba algo importante: "El sentir de los vietnamitas".
El acontecer de la historia, más allá de la derrota en Vietnam, termina enseñando que son muchas las cosas que no se pueden reducir a una estadística. Ni en ese tiempo, ni tampoco en el presente; y a pesar que ningún dato signifique hoy lo mismo que entonces por la súper-evolución de la información, que los avances tecnológicos impusieron en materia de comunicaciones.
La conducta humana, afortunadamente, sigue conservando grises y cierta oscuridad. Digo afortunadamente porque en tanto siga siendo así no seremos autómatas ni estaremos regidos por un destino mecanicista. Por lo cual aún vale la pena, como dice el Tango, jugarse y vivir.
Esto no significa que debamos menospreciar la estadística. Muy por el contrario. Lo expuesto ratifica la importancia del rango estadístico y la dificultad de interpretarlo correctamente. Obviamente, no alcanza con las estadísticas para tomar buenas decisiones. Sobre la información se requiere contar con capacidad de análisis para completar racionalmente el proceso que antecede cualquier decisión sensata. Entiéndase que si alguien idóneo para el análisis estadístico, como Robert McNamara, puede impulsar decisiones equivocadas, la posibilidad de acierto en alguien carente de idoneidad se reduce hasta el mínimo dependiente del azar.
La enseñanza histórica viene a cuento del reciente logro del Ministerio de Seguridad de la Nación, en materia de calidad estadística, al obtener la calificación más alta otorgada por Naciones Unidas. Plausible que así sea, preocupante que pueda desaprovecharse; porque de nada sirven las estadísticas sin la capacidad de interpretarlas, algo que en buena medida dentro del Ministerio de Seguridad le incumbe a la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal (DNIC), a la que en forma negligente Patricia Bullrich mantiene acéfala desde que asumió.
Para agravar la acefalía del sistema de Inteligencia Criminal, el área se encuentra a cargo de Gerardo Milman, Jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, cuya capacidad de análisis es... ¿cómo decirlo? Bueno, saque cada quien sus propias conclusiones:
Alguien que no fue capaz de advertir las evidentes inconsistencias de una denuncia endeble está a cargo de la Inteligencia Criminal de la Argentina... Queda claro que no es McNamara; si Milman acierta una no es por idoneidad, es por azar.
La normativa jurídica en materia de Inteligencia y Seguridad Interior dispone que la DNIC debe tener un director, pero la ministro no se digna nombrarlo; algo que podría ser calificado como incumplimiento de los deberes de funcionario público. El subsistema de Inteligencia Criminal está organizado de modo tal que requiere de esa figura (un cargo con dedicación exclusiva), para funcionar adecuadamente.
Sin Inteligencia Criminal no hay posibilidad alguna de trazar un plan de seguridad que pueda sostenerse en el tiempo. Por esa razón, la gestión de Patricia Bullrich se agota en una política se seguridad efectista, reactiva y de mera contención.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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