Don Vicente López y Planes falleció el 10 de octubre de 1856, en la alcoba donde nació. Dos días después, el diario porteño La Tribuna le dedicó una edición de luto, que lo era también en memoria del Coronel Olivieri, asesinado durante una sublevación militar. No obstante ese reconocimiento, el espíritu secesionista estaría presente en la evocación del cronista que escribió: “Acaba de bajar a la tumba el autor del himno argentino, el bardo de la libertad de Buenos Aires. La posteridad empieza para el Dr. D. Vicente López, y cúmplenos el doloroso deber de escribir sobre su loza debajo de su nombre las primeras palabras de la historia. Buenos Aires acaba de perder uno de sus varones ilustres sobre cuya pura aureola tentó un instante el ominoso caudillaje proyectar sus sombra, que ha disipado el tiempo, mostrando inmaculada la honorabilidad del hombre público. Al expirar el Dr. D. Vicente López ha revelado la herida que lástimaba su alma: ‘Sólo siento dijo, que el pueblo de Buenos Aires pueda aún creer que defeccioné alguna vez de su causa, aceptando el acuerdo de San Nicolás, que resistí y que no suscribí sino a condición de ser sometido a la legislatura’. En la vida del hombre público la historia tiene que hacer una distinción capital entre el error de apreciación, y el cálculo del egoísmo. El error no mancha. Es una triste ley de la falibilidad humana, de que un hombre ninguno está exento, en el cambio por el cual pasaba Buenos Aires, después de la batalla de Caseros, saliendo súbitamente de las tinieblas a la luz ¿qué ojos podían ver claro en la distancia, deslumbrados por la transición fulminante de la tiranía a la libertad? Muchos se equivocaron. Pero muchos. Muchos que en veinte años de la tiranía de Rosas no habían dejado en Buenos Aires elemento alguno con que resistir a la dictadura de Urquiza. Bajo esta persuasión, capitular, transigir con el caudillo omnipotente, traerlo gradualmente a la libertad, ganar tiempo para crear y organizar los medios a reducirlo a someterse a las instituciones, en último extremo era la única política previsora y patriótica para los que tal persuasión abrigaban. Injusto, muy injusto, sería hoy hacerles una culpa de lo que era un error, que padecían por patriotismo, que cometían con sacrificio. Es nuestro deber sobreponernos a las prevenciones de circunstancias en presencia de la posteridad histórica, y reconocer en el error político del Dr. D. Vicente López al patriota, al buen ciudadano, al hombre de 1810, al cantor de la libertad argentina. Dejamos a otras plumas la tarea de su apología. Nosotros hemos querido abrir su juicio con la severidad y la independencia de la historia, como el más digno homenaje que podríamos rendir al noble ciudadano cuyo nombre inscribirá un día en el panteón de sus varones ilustres la Patria reconocida”.
La apología de López, que aquel cronista dejara a otras plumas para concentrarse en el acercamiento del prócer a Urquiza tras la caída de Rosas, la hace el mismo diario en la columna siguiente bajo la firma de un tal J.M.R., quien expresa: “La inexorable parca acaba de cortar el hilo de la vida al último vástago de las celebridades argentinas que poseídas del sacrosanto fuego que en sus almas inspiraron los sentimientos sublimes de Patria y libertad, concurrieron eficazmente a crearla. El bardo argentino; el que electrizado por el súblime atractivo de la insipiración, supo concebir e infiltrar con palabras de fuego el corazón de sus compatriotas, ese entusiasmo creador de las heroicidades que registra nuestra gloriosa historia, el autor de esa canción patriótica que eleva, entusiasma y arrastra hasta la sublimidad el corazón de los argentinos, que proclama al mundo la creación de una nueva nacionalidad y cuya repetición sera ten imperecedera como la de la Patria, en una palabra, el respetable y virtuoso patriota Dr. D. Vicente López, ha dejado de existir”.
TEORÍA ROMÁNTICA DEL DERECHO ARGENTINO (El Himno Nacional como expresión de la Norma Hipotética Fundamental), María Inés Calvo & J. Santiago Tamagnone, Ediciones Nuevos Tiempos, Argentina, 1998. Pags 486 y 467.
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