lunes, 8 de noviembre de 2021

LA INTOLERANCIA EN LA MARCHA DEL CUARTO DE ABECEDARIO



Ninguna causa, por buena que sea,
resiste caer en el ridículo cuando se la sobreactúa.



Sostengo, sin ninguna originalidad, que la tolerancia es la principal virtud del liberalismo.

Ahora bien: ¿qué es la tolerancia? La tolerancia es el requisito mínimo de convivencia, aquello que una sociedad puede exigir a sus componentes. Consiste en dejar hacer y dejar pasar (laissez faire, laissez passer) pero no por indiferencia sino por amor a la Libertad y la consiguiente abstención de atacar la autonomía de los otros individuos.

Quien tolera exhibe en sus actos externos una valoración neutra de la conducta tolerada a la que no adhiere ni rechaza, aunque en su fuero interno eso que tolera le cause adhesión o rechazo. Porque quien tolera no es indiferente y tampoco es un hipócrita: para ser tolerante se requieren convicciones que la indiferencia desconoce.

Luego la tolerancia, al no ser indiferencia, tiene por límite lo intolerable. La tolerancia, que es virtud frente a lo que debe ser tolerado, degrada a  indiferencia o cobardía frente a lo que no debe ser tolerado. 

¿Y qué es lo intolerable? Todo aquello que violente la convivencia desconociendo la autonomia del individuo. Así, por ejemplo, es intolerable que Argentina sea gobernada en abierta negación de su Constitución Nacional. Romper ese acuerdo de convivencia elemental es la madre de toda la intolerancia.



Es intolerable la pretensión de hacer del progresismo la religión oficial, es intolerable que se pretenda censurar el pensamiento desde el habla, es intolerable que nos exijan aplaudir lo que no queremos aplaudir, es intolerable que nos conminen a condenar lo que respetamos. Es intolerable no llamar comunistas a los comunistas.

Es intolerable que cualquiera pretenda obligarnos al respeto, porque el respeto no es miedo ni puede exigirse, el respeto es una valoración positiva que se gana, no se ordena ni mendiga. En el sentido estricto de la palabra, ninguna sociedad puede exigir respeto, lo único que puede y debe exigirse es tolerancia. 

Es intolerable tolerar a los intolerantes que subvierten la razón de ser del Estado para imponer la uniformidad de pensamiento en nombre de la libertad, la desigualdad en nombre de la igualdad, el adoctrinamiento en nombre de la educación y toda injusticia en nombre de la justicia. 

El 6 deNoviembre de 2021, tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires la 30ª "marcha del orgullo" del cuarto de abecedario, con la que se exige tolerancia (lo que puede y debe ser exigido) sino la imposición al conjunto de la sociedad de privilegios para minorías hiperactivas (lo intolerable). 

En ese contexto, enrarecido por las sobreactuaciones políticas del proselitismo electoral, kirchneristas y cambiemitas, que es decir totalitarios y progres, vuelven a demostrar que son lo mismo. 

La incipiente recuperación cultural de la Derecha y la proyección del fenómeno Milei, han dado lugar a una suerte de travestismo político que bien pudo llenar con sus vedetongas una carroza para el desfile. 

Ocurre que Ricardo López Murphy pasó de ser mala palabra para los amarillos a ganar en las PASO un lugar en sus listas que los progres no esperaban, y ante el crecimiento de La Libertad Avanza las libélulas progres como Fernando Iglesias (ese que nos llamaba a los liberales "liberalotes", "fachos", "genocidas" y otras lindezas por el estilo sin nunca poder bancar un debate) se arremolinan alrededor del Bulldog fingiendo que hay una gran corriente liberal en Juntos por el Cargo. No la hay. Hay contados liberales, muy pocos, algunos reconocidamente valiosos, y el recuerdo de Pedro Benegas intentado con PRO-Libres insuflar a la progresía ideas liberales. 

Para ser liberal no basta con adherir a algunos ingredientes de la receta económica. “El liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros”, definió Alberto Benegas Lynch (h) y esa frase da sentido filosófico a la concepción, cultural, política y económica del ser liberal.

En la citada marcha se ha exhibido Yamil Santoro diciendo en Twitter que participar de ella significaba ser "liberales posta"; algo completamente falso, porque no se es liberal sirviendo de comparsa a la progresía.


Lo antes dicho respecto a la tolerancia, permite asumir que se puede ser más liberal dejando hacer y dejando pasar aquello a lo que no se adhiere que militando algo a lo que se adhiere. Y esto sin analizar todavía qué es a lo que se adhiere. 

En este punto, deseo subrayar que mis críticas a Yamil Santoro no disminuyen mi aprecio personal por él. El chabón siempre me cayó bien. Tanto que en 2017 al publicar Trilogía de Convicciones lo invité a prologar "Panfleto de Ciudadanía" por ser en mi consideración, al igual que Agustín Laje quien prologó "El Heroísmo y la Gloria", un joven con un futuro político interesante. Que Yamil se definiera como un "liberal de izquierda" no lo desmerecía en mi consideración pues yo soy un gran admirador de George Orwell, un liberal de izquierda. Porque Orwell, para mí, es un alto ejemplo de honestidad intelectual. Y este es el punto en el que quiero llamar la atención del todavía joven Yamil: se puede ser un liberal de izquierda, pero no se puede ser un liberal progre, porque la progresía es la deshonestidad con que encarna en idiotas útiles la hipocresía comunista.  

Dicho esto, retomo el hilo y paso a analizar lo que se militaba en la marcha del cuarto de abecedario. 

De movida es un llamado de atención que Alberto de la Fernández, seudo presidente del gobierno títere, golpista, corrupto, criminal y comunista que subvierte el orden constitucional se congratule porque: "La bandera LGBTI+ flamea en todo el país con grandes motivos de celebración. Después de tanto, vuelve a las calles un colectivo que tiene nuestro compromiso con seguir trabajando por una sociedad más justa, libre e igualitaria".

Obviando lo que significa que un "presidente" se alegre por ver flamear un trapo de facción que ni siquiera representa a todos los que presume de representar, creyendo ver ahí la justicia, libertad e igualdad que sólo puede representar la Bandera Nacional, está claro que el plan de gobierno es privilegiar minorías funcionales a la confusión que sigue empujando la decadencia para no resolver ningún reclamo real de la sociedad. Que son muchos, evidentes y urgentes.

Como parte de esa confusión que el gobierno kirchnerista busca profundizar, los militantes K llevaron su intolerancia al evento, montando una especie de juego de kermese incitando al odio hacia los que no comulgan con los postulados de la asociación ilícita. 


Y esto no es nuevo. Por lo tanto tampoco es la infeliz ocurrencia de algunos desubicados. Hicieron lo mismo años atrás montando un "escupitódromo" frente al Congreso al que llevaban niños a escupir retratos de opositores. Esa intolerancia define al kirchnerismo, y también -desde su impune instalación- descubre la intolerancia y el resentimiento que domina a las organizaciones concurrentes a esta marcha del cuarto de abecedario. 

El Estado nacional, los estados provinciales y la ciudad autónoma de Buenos Aires malgastan en imponer el progresismo a través del adoctrinamiento en la ideología de género recursos, que se retacean a problemáticas reales. La consecuencia lógica de eso es la prepotencia de los militante del prvilegio. 

Y ahí, en esa intolerancia exacerbada para subvertir los valores del orden constitucional argentino, se puede apareciar la comunidad de intereses espurios que unen al kirchnerismo con el PRO, que gobierna la Ciudad de Buenos Aires.


Así, un evento sostenido por el Estado se convierte en un carnaval de intolerancia para atacar a la oposición política. Que en la instalación callejera de una enorme pantalla el locutor del evento pida abuchear a los candidatos de AVANZA LIBERTAD y La Libertad Avanza, mencionando expresamente a José Luis Espert y Javier Milei, resta toda posibilidad de considerar tolerantes a los organizadores de la marcha del cuarto de abecedario, porque no son más que otro mecanismo del sistema de oprobio con el que se afirma el poder de la casta política. 

Esta simple mención de algunos hechos descalifica por completo al radical Martín Tetaz en su intento de hacer pasar por virtuosa a la intolerancia. Tetaz es muy hábil -genial diría- para dar golpes de efecto mediáticos en la puja proselitista, pero sus hechos lo confirman como otro radical que bien podría ser candidato en la lista del Frente de Todos que encabeza su correligionario Leandro Santoro.

Y es que dos o tres propuestas de racionalidad económica no definen a un liberal. Porque un liberal no puede ser cómplice de la intolerancia y decir "celebramos el derecho a que cada uno haga lo que se le canta con su vida, mientras no joda a los demás".  La argumentación de Tetaz es deshonesta, ya que no puede desconocer el sentido de imposición que se le está dando a la ideología de género.
 

La falacia de Tetaz es todavía mayor cuando bien embanderado de progres se ofuzca frente a las críticas que recibió su apoyo al acto intolerante diciendo  que "demuestran que falta mucho y que el Estado tiene que seguir trabajando para defender esa libertad". 

Palabras huecas de todo sentido, porque lo que en verdad se estuvo militando en la marcha del cuarto de abecedario fue:

1.- Privilegios para minorías hiperactivas en perjuicio de la igualdad ante la ley.

2.- Uso adoctrinante y faccioso de los recursos del Estado. 

3.- Intolerancia a todo pensamiento independiente.

Lo que los cambiemitas hicieron ahí fue kirchnerismo explícito; otra vez.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
 

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