lunes, 4 de febrero de 2019

CUENTO CROATA, MORALEJA ARGENTINA.



Voy a contarles una vieja historia, la de un muchacho que vivió la euforia de luchar por la independencia de una nacionalidad oprimida bajo la bota soviética.

Quizás fue una mezcla de azar y destino lo que lo llevó tan lejos del hogar, pero no viene a cuento; en todo caso la razón era la convicción de saber que la Libertad justificaba el esfuerzo y entender que el sentimiento de Patria bajo una bandera es algo que todo patriota respeta; aunque no sea su propia bandera.

Y allí, en algún momento se vio completamente inmerso entre otros que no hablaban su idioma, ni compartían sus costumbres, pero no se preguntaba si serían liberales, nacionalistas, conservadores o librepensadores. Quizá si hubiera podido hablar descubriría que tenían ideas distintas, pero nunca tan distintas como para olvidar que el enemigo era la opresión comunista añorando el imperio colapsado y pretendiendo rescatar algo de ese oprobio.

Como una postal recuerda dejar atrás los disparos y bajando una ladera, con el FAL cruzado al pecho, ver abajo y sobre el camino el camión en el que lo esperaban perfectos desconocidos a los que, sin embargo, les confiaba la vida tal como ellos confiaban en él. Descendía la empinada pendiente apoyando su mano en la tierra húmeda para conservar la vertical, cuidando que el pedregullo no lo hiciera caer, y en ese instante en que, agitado, erguida la cabeza se detuvo a respirar profundo, guardó la imagen en su memoria. Frotó esa tierra que no era la suya entre sus manos y se dijo que mojada olía igual que si lo fuera. Al fin de cuentas ellos querían lo mismo, si se entiende por lo mismo Patria y Libertad, algo imposible bajo la tiranía comunista.

Ciertamente una situación excepcional, de vida o muerte, lejos ya en la distancia y en el tiempo, pero que puesta en perspectiva le quita al presente el dramatismo a tanta tormenta en vasos de agua.

La moraleja de este cuento es que, finalmente, buscar acuerdos básicos entre los que siendo distintos son compatibles, es más constructivo que empantanarse en el juego de las diferencias. En especial cuando hay diferencias con otros que muy lejos de ser amigos o adversarios democráticos, son claramente enemigos.

Y todavía estamos a tiempo. Sobre la hora, sí, pero a tiempo.




Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía. 


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