lunes, 18 de enero de 2021

SER NACIÓN O SER BASURA, ESA ES LA CUESTIÓN



En el marco del esfuerzo kirchnerista que como gobierno de la delincuencia, por la delincuencia y para la delincuencia busca asegurar la impunidad de Cristina Fernández de Kirchner y accesoriamente beneficiar a otros políticos corruptos sobre los que pesan procesos penales y condenas judiciales, tales como Amado Boudou y Milagro Sala, organizaciones de izquierda totalitaria como la Tupac Amaru y La Cámpora, protagonizaron el sábado 16 de Enero de 2020 un "basurazo", consistente en arrojar bolsas cargadas de basura contra el Palacio de Tribunales asiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.


Está claro, en la gráfica inmundicia del modo de protesta elegido, que el kirchnerismo se expresa haciendo lo que mejor sabe hacer: convertir a la Argentina en un basural. 


Para la militancia kirchnerista, sea de escritorio o calle, cualquiera de las conductas tipificadas como delitos por el Código Penal son "lawfare" cuando algún fiscal o juez osa reprochar la corrupción del régimen. Y en esa pretensión de inmunidad, de doble estándar en relación al resto, brota la lógica amigo/enemigo exacerbada a partir del 2003, en la vieja variante que reza "para el enemigo ni justicia". Porque al modo de los eslóganes de "1984", cuando los kirchneristas dicen que "La Patria es el otro", lo que en verdad están diciendo es que odian tanto a la Patria como a los otros. 

En ese odio se explican tanto los bolsos con dinero de la corrupción como las bolsas de basura, lo que se llevan y lo que dejan.


Ernest Renan expuso en la Sorbona (1882) que una Nación es una comunidad espiritual, basada en tener glorias comunes en el pasado y una voluntad común en el presente; es decir la creencia de haber hecho grandes cosas juntos y querer seguir haciéndolas todavía. He ahí, en esa proyección, las condiciones para ser un pueblo.

Adhiero al concepto. Tanto adhiero que no puedo evitar señalar que esa definición pudo aplicarse a la Nación Argentina en el pasado, pero no en el presente. Al interior de la Nación Argentina siempre ha habido facciones, a veces enfrentadas a muerte, pero aún así había un contexto de identidad que daba a la violencia el carácter de lucha intestina, de guerra civil y fratricidio. Bajo el régimen kirchnerista, en cambio, lo que ha evolucionado no ha sido una facción interna sino algo conceptualmente opuesto, ajeno y negador de la argentinidad.

El proceso de "reconciliación" intentado por Presidente Menem en la década del 90 fue el último y resultó a la postre tan fallido como el intento democrático iniciado el 14 de Junio de 1982. 

Y hoy la reconciliación roza lo imposible, más imposible que cavar trincheras, porque no puede haber futuro acordado en común con corruptos y comunistas.

Aquí, kirchnerismo mediante y en la ambición de imponer un proyecto totalitario de corrupción estructural, como el que George Orwell imaginó en "Rebelión en la granja" y "1984", se ha ejecutado un acelerado proceso de desmemoria colectiva y adoctrinamiento que, imponiendo la lógica amigo/enemigo en todos los aspectos de la vida, ha dividido hasta el absurdo el pasado y el presente, por lo que no hay un futuro donde el "nosotros" incluya a ellos y a los míos.

Ser argentino es otra cosa, otro ser, otro deber ser, distinto al de cualquier proyecto totalitario; y yo quiero ser argentino como eligieron serlo los revolucionarios de Mayo, los constituyentes de 1853/60, la Generación del 80 y como ellos mis abuelos y mis padres.

¿Quién quiere compartir futuro con gentuza que se manifiesta arrojando basura para reivindicar a delincuentes? 

Yo no. 

No reconozco en esa mugre a ningún integrante de la Nación Argentina. No acepto ningún "nosotros" con ellos. No son mis compatriotas, no son Patria, ni Libertad, ni República.   

Son el enemigo.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, 
un liberal que no habla de economía.

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