miércoles, 23 de marzo de 2022

NUNCA DIGAS "MALVINAS" EN VANO



A los que dejaron sus vidas
 
 en el suelo que sabían argentino de las Islas Malvinas, 
en el mar austral, o en el cielo de mi Patria, 
de rodillas ante su memoria

Enrique Pinedo


Allá lejos en el tiempo, cuando yo era un joven abogado, disfrutaba mucho de conversar con el Dr. Enrique Pinedo. Teníamos varios intereses en común, especialmente dos: la libre colegiación de los abogados y la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. Aunque parezcan cuestiones distintas, para nosotros estaban muy relacionadas desde la lógica del deber ser de la Nación Argentina. 

Coincidíamos plenamente en que el objetivo de recuperar las Islas Malvinas -como cualquier otra causa nacional- exige hacer de la Argentina un país serio, condición indispensable para poder desarrollar el potencial del territorio y en especial el de la Patagonia. Con una Patagonia en crecimiento, analizábamos, la usurpación británica no podía más que debilitarse. Y esto lo pensábamos varios años antes que Néstor Kirchner, como gobernador de la Provincia de Santa Cruz, recibiera 600 millones de dólares por regalías petroleras en el año 1999. De haber caído esa suma en manos decentes hubiera sido la inversión inicial para el despegue económico de Santa Cruz, pero no eran manos decentes. "Tengo 600 millones" dijo Kirchner, y está claro -es lo único claro- que no fueron invertidos en proyectar hacia el desarrollo a Santa Cruz.

En 1994 tuvo lugar uno de los peores desaciertos institucionales de la República Argentina: la reforma de la Constitución Nacional. Un pacto espurio entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín -el primero para obtener la reelección inmediata y el segundo para sumar algunas bancas de senadores-, impulsó la reforma sin que ninguna fuerza política estuviera realmente pensando en el diseño institucional del país; como lo demuestra la incorporación al sistema presidencialista de elementos del sistema parlamentario sin armonización alguna.

Los únicos objetivos reales de la reforma constitucional de 2994 eran de pura coyuntura política, sin embargo como era necesario encubrirlos con la apariencia de una proyección de largo plazo se incorporaron algunas cláusulas destinadas a tapar la finalidad espuria y cortoplacista. En ese entendimiento recurrieron a Malvinas, estableciendo como disposición transitoria que: 

"La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.

La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino".

Aldo Rico, veterano de la Guerra de Malvinas y en ese entonces convencional constituyente, dijo en el momento que esa sola disposición justificaba la reforma constitucional. Por supuesto se entiende la fibra sentimental en quienes combatieron por la soberanía, pero explicitar algo no necesariamente garantiza que pueda alcanzarse con mayor compromiso que un entendimiento tácito. Más aún, podría decir, a la luz del tiempo transcurrido y la cada vez mayor lejanía del objetivo planteado, que haberlo explicitado fue casi como archivar un expediente para decir que está pero sin ninguna intención de volver a abrirlo.

Hoy el incumplimiento de la Constitución Nacional es tan alevoso que nadie se escandaliza. Hemos normalizado el vivir sin más reglas que la voluntad de una dirigencia política devenida casta. Y así, por ejemplo, hace más de doce años que el órgano constitucional Defensor del Pueblo de la Nación se encuentra vacante, inutilizado por acefalía. En los hechos, el Artículo 86 de la Constitución Nacional, incorporado por la reforma del 94 ha sido derogado, dejando en el Estado otra burocracia inútil.

¿Quién puede creer que un país gobernado a capricho de intereses mezquinos sea capaz de proponerse y alcanzar objetivos nacionales?

Argentina se precipita por la decadencia en un alud de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual. La ya eternizada crisis económica, oculta con su propio estruendo que el margen de estar quebrados también estamos indefensos, faltos de Inteligencia, inseguros, con serios problemas para sostener en distintos puntos el monopolio de la violencia que el Estado no puede resignar y, por lo tanto, mucho más cerca de perder territorio que de recomponer nuestra integridad territorial. Somos un país sin credibilidad internacional en ningún orden, porque tenemos una diplomacia errática cuya palabra no tiene el respaldo de las bayonetas, con un seudo servicio de Inteligencia dedicado a denunciarse a sí mismo para espanto y rechazo de la comunidad de Inteligencia de las naciones libres, y que cada vez que el escenario mundial nos ofrece una oportunidad de integración la desperdiciamos queriendo inventar la pólvora.

Si somos semejante desastre es por una sola y sencilla razón: vivimos ignorando la Constitución Nacional. Eso significa perder la identidad nacional, el sentido del deber (hoy el incumplimiento de los deberes de funcionario público es masivo) y reducir el patriotismo a un mero brote sentimental que aflora con fuerza menguante en algunas fechas significativas y se diluye, hasta ser insignificante, en el día a día.

Si Malvinas va a ser solamente una fecha en el almanaque no las vamos a recuperar nunca. Malvinas debe ser mucho más que eso. Malvinas debe ser un plus de patriotismo llamando a hacer de la Nación Argentina un país serio, con un claro sentido del deber que parte, necesariamente, de dar vigencia real a la Constitución Nacional. Malvinas debe ser la racionalidd de no repetir una y mil veces las recetas desl fracaso esperando que funcionen.

En estos días un documento de los obispos de Chubut da cuenta de la "tragedia educativa" en esa provincia. Y todos sabemos que la tragedia educativa no es algo puntual de una provincia, es un mal inadmisiblemente extendido a todo el país, con niños que tras varios años de primaria no saben leer y estudiantes secundarios incapaces de comprender lo que leen, por no hablar del adoctrinamiento en algunos claustros universitarios para cerrar un no pensamiento.

Vuelvo a recordar aquellas charlas con el Dr. Enrique Pinedo sabiendo que el futuro que queríamos y viendo el presente me pregunto: ¿A quiénes les sirve una Patagonia poblada por ignorantes? ¿A quiénes beneficia una Argentina embrutecida, confundida, resignada? Es evidente que a todo enemigo.

Para los británicos y sus kelpers, la Argentina de régimen kirchnerista (que no interrumpió el interregno cambiemita) es la mejor garantía de sostener sin esfuerzo alguno la usurpación de las islas argentinas del Atlántico Sur. 

Para los comunistas del Foro de San Pablo, dedicados a exportar la infección totalitaria de la dictadura castrista, esta Argentina es un bocadito al que ya le están clavando los dientes con sabor venezolano y el rojo aderezo chileno.

Para los etnonacionalistas mapuches, instrumentos dirigidos por comunistas y funcionales a los británicos, la Argentina anémica, debilitada por el kirchnerismo, es una invitación a hacer realidad la fantasía del Wallmapu.

Por todo lo hasta aquí expuesto, la conmemoración de los 40 años de la reconquista del 2 de Abril de 1982 debe ser mucho más que una catarsis emocional o el necesario abrazo de agradecimiento a los que combatieron por la dignidad nacional.

Sería patético golpearse el pecho con las bravuconadas de la impotencia, gritando que las Malvinas son argentinas mientras seguimos haciendo todo para que no lo sean.

Ocurre también que al 2 de Abril lo antecede el recuerdo del 24 de Marzo de 1976, utilizado por la izquierda para falsear la historia, ocultar los crímenes de las organizaciones terroristas dirigidas por Cuba y mantener a la Argentina empantanada de pasado y bajo el saqueo constante, como lo demuestra la estafa con los desaparecidos expuesta mediante una monumental y firmemente documentada investigación por José D'Angelo. 

No se puede mirar al futuro, y ni siquiera alcanzar al presente, cuando el pasado está falsificado.  

Este 24 de Marzo vamos a escuchar otra vez las mentiras del kirchnerismo a las que se pliegan los devotos progres de la mal entendida "corrección política", ladrones de fondos públicos y tiradores de flores al río, complices de la corrupción que empobrece y envilece a los argentinos. 

Y luego el 2 de Abril escucharemos a esos mismos hablar de Patria y soberanía. Discursos huecos, mientras los chicos pasan de año en las escuelas sin alcanzar los conocimientos mínimos que, se supone, cada uno de esos años representa. Discursos profanos sin ninguna conexión con la decencia, palabras absurdas a las que ningún hecho respalda.

Malvinas no es una palabra para decir en vano. Malvinas es Patria, Malvinas es también una deuda que como tal debe ser asumida por cada uno de nosotros. 

El 20 de Noviembre de 2019 publiqué un artículo titulado "MALVINAS COMO CRISTAL DE LA PATRIA", cierro ahora este artículo tomando un párrafo de aquel: 

Fue Mariano Grondona, a quien tuve por profesor de Derecho Político en la UBA, quien en su libro “La Argentina como vocación” planteó crudamente el significado de la Guerra de Malvinas como una deuda con aquellos que dejaron su vida en el combate. “Si empujamos decisivamente hacia adelante a la Argentina, la vida y la muerte de todos aquellos adquirirán sentido. Si no lo hacemos su vida y su muerte serán vanas. ¿Se quiere una deuda más pesada que ésta?”, sentencia Grondona. Y aunque yo crea que la exigencia de ese llamamiento de la Patria no consiste en que esas muertes adquieran sentido sino en evitar que lo pierdan, el razonamiento de Grondona es preciso en conducir atemporalmente a la pregunta clave que nunca debemos dejar de formularnos: ¿estamos hoy más cerca o más lejos de Malvinas que en 1982?

 

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.



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