miércoles, 11 de enero de 2023

SOBRE PENAS E HISTERIAS


¿Por qué ves la brizna en el ojo de tu hermano
y no adviertes la viga en el tuyo? 

¿O como puedes decir a tu hermano: 
Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo 
y no ves la viga que hay en el tuyo?

Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo 
y entonces verás quitar la paja que hay en el de tu hermano.

San Lucas (Espíritu de benevolencia)


Creo escribir con bastante claridad y así me lo han dicho, sin embargo en ocasiones leo respuestas a mis escritos que me hacen dudar de tal habilidad.

Es el caso de un posteo reciente y que transcribo a continiuación, algunas de cuyas contestaciones me hicieron dudar de la presumida claridad:

"La muerte de Fernando Báez Sosa es una de esas tragedias que sólo provocan tristezas. La pérdida irreparable, vidas arruinadas y una cantidad de comentaristas que parecen desconocer la naturaleza humana.
Deben ser condenados con severidad, sí. De eso no hay duda. 
Ahora bien, ¿cuántos recordamos haber sido parte de alguna trifulca tan idiota como violenta en la adolescencia o juventud? ¿Somos pocos o muchos?
No me va esa hipocresía guionada en humanos deconstruidos que se presentan como libres de todo instinto atávico.
A mis 16 años, en alguna pelea callejera atiné a contener a un amigo que con la adrenalina del momento no detenía la golpiza aunque su rival, en pie porque lo sostenía la pared, ya no respondía sus golpes.
Me pregunto qué hubiera pasado de no haber podido frenarlo.
Ninguno en la pelea que recuerdo éramos asesinos, ni ellos ni nosotros. Sólo un montón de idiotas en plena edad del pavo que tuvimos suerte en no cargar un muerto y arruinarnos para siempre.
Las boludeces tienen consecuencias que los jueces haran sentencia.
Tristeza, sólo eso".

Volví a leerlo y no encontré nada que corregir. Dice exactamente lo que quiero decir en la misma linea que sostengo hace años.

Y enfatizo; en cada uno de nosotros hay bondad y vileza, no en iguales medidas, pero están. Por eso mismo en el útlimo artículo del 2022 publicado en La Prensa, sostengo lo siguiente:

"Los jueces deben ser así, necesariamente, la encarnación de una moral superior a la del común, porque son quienes juzgan las conductas de los demás. Y tal debe ser su superioridad moral que, viendo hacia abajo, sean capaces de ajustar el reproche a la moral media y no a la elevada que se espera de ellos".

Hay quienes, por suerte sin ser jueces, creen como tantos fanáticos en la historia, que todos son o deberían ser como ellos, no es mi caso. Tengo muchos defectos pero no ese. La naturaleza humana es una pero no uniforme. Comprender la naturaleza humana, como debe hacer un juez, no es caer en el absurdo jurídico y moral del zaffaronismo. Zaffaroni ha dicho que cuando un caso penal llegaba a su juzgado lo que pensaba era como hacer zafar al acusado de la pena. Como si fuera abogado defensor en lugar de juez. 

Suponer que puedo adherir a cualquier forma de zaffaronismo es no entender un carajo de lo que pienso. Más aún, es ofensivo. Los delitos deben ser castigados. Esa debe ser la regla general y no acepto discusión al respecto.

Mi posición frente al Derecho Penal son las enseñanzas del Dr. Sebastían Soler, es el Fiscal Marcelo Romero. Es Manuel Belgrano bregando por proteger al inocente y castigar al delincuente. Es el sentido común no subvertido por la izquierda y el progresismo.

Afortunadamente hay mucha gente que no delinque y se esfuerza por no hacerlo, pero hay  también quienes hacen del delito su modo de vida. Este punto es particularmente importante, porque en nuestro país´hace décadas que nos gobierna la delincuencia sin que nos alcemos contra ellos, entonces ¿Qué dice eso de nosotros? ¿Que somos víctimas? ¿O que somos cómplices? ¿Idiotas tal vez? Posiblemente un poco de cada cosa, en medidas variables. 

¿Moral? ¿Quiéren que hablemos de  moral? En Argentina Alberto de la Fernández, un seudo presidente amoral, a todas luces amoral, pudo derogar de facto la Constitución Nacional, encerrar a la poblacióin, privarla de sus derechos, hacer una fiesta en Olivos de las que prohíbia a todos los demás, y recibir por todo castigo una multa de un millón seiscientos mil pesos conservando el cargo. 

Veo gente que se horroriza con mucha facilidad, como si viviéramos entre santos, y con la misma facilidad pedir castigos más allá de la pena; esa es la clase de reacción que termina en histerias colectivas. 

Una vieja y muy buena película, "I... como Ícaro" (1979), nos recuerda en un pasaje impactante uno de los aspectos más penosos de la naturaleza humana: que alguien promedio puede perpetrar acciones perversas contra otra persona más allá de los límites de su propia conciencia. 

El experimento Milgram, que es lo que reproduce la película, comprueba que un ciudadano corriente puede causar dolor a otra persona simplemente por responder a una ‘autoridad legítima’.  

Pienso así en el policía que tras el golpe de Estado K del  19MAR20 dijo, a una mujer que caminando por la calle alegó sus derechos constitucionales, "¿Qué Constitución, Señora? ¡Estamos en una pandemia!", siguió el mismo criterio de los funcionarios que hicieron que un padre cargara en brazos a su hija con cáncer por no dejarlo circular en su vehículo, el mismo de los que hicieron que un joven padre muera tratando de cruzar a nado el Bermejo para reunirse con su familia. Y la lista sigue, sería más larga que todo este artículo. 


Ahora bien, la autoridad que las personas consideramos legítima para guiar e incluso forzar nuestra conducta no es solamente la que proviene de un Estado constituido, es también la que se vivencia en la famillia, entre los amigos y en cualquier otro contexto social. 

"Yo soy incapaz de torturar a nadie", dijo un alumno en clase de sociología y la sonrisa de la profesora fue tan automática como la respuesta: "Un torturador puede serlo por razones puramente patológicas o por la fuerza de las circunstancias. Usted, debidamente motivado, torturaría sin dudarlo a su compañero de banco".

Esa es la cruda verdad de la naturaleza humana. 

Como corolario diré nuevamente: aborrezco la hipocresía tan progre de quienes se presentan como humanos deconstruidos que han quitado de sí todo rastro de vileza e idiotez. Porque esa vileza e idiotez que condenan sin atenuantes en los demás, aflora en ellos cuando juzgan en forma implacable las conductas ajenas reclamando poco menos que la horca y dejar expuestos a la infamia pública los cadáveres de quienes han cometido algún delito.

Que los delitos no deben quedar impunes, no es materia discutible.

Que los humanos somos capaces de cualquier cosa, tampoco.

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

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