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miércoles, 12 de febrero de 2020

REÍR, EN DEFENSA PROPIA


Damas y caballeros... 
¡Música, maestro!
Soy un payaso que no pintó Picasso
y Sarrasani y el Gran Thiany ¡jamás vieron!
No tengo traje de volados, 
ni rataplán, ni galerita,
ni botonazos de fulgurante, 
ni regadera.
Sólo sé un chiste mediocre,
y mejor no lo supiera: 
mi vida. ¡jajaja!
Soy un payaso 
y si hace falta soy el oso, 
el tony, el pony,
el acomodador, el director de pista,
el dentista del elefante y el tragafuegos.
¿Por qué soy un circo entero?
Porque vos estás tan triste,
amigo del alma. Oí...

Horacio Ferrer (“Soy un circo”)


Tengo la impresión que a ustedes puede ocurrirles lo mismo que a mí: A veces creo que caí en una realidad alterna y vivo en otro universo donde la Argentina es un chiste para la tele, una ficción en un programa cómico sobre gobiernos ridículos. 

En consecuencia, sepan lectores que al escribir esto traigo puesta la nariz de payaso que siempre llevo conmigo. El naso de gomaespuma, emblema de la muy digna profesión de Payaso, sirve de antídoto contra las amarguras de la realidad, evita el estallido de úlceras, inflamaciones testiculares y arterias cerebrovasculares. 


Convengamos que  aquello tan bonito de “es preferible reír que llorar” que cantaba Peret, el Rey de la Rumba, aplica perfectamente frente al estado absurdo de la Seguridad Interior en el hasta ahora territorio argentino. 

Son tiempos de carnaval y en varios ministerios de seguridad, empezando por el de Nación, la murga de los impresentables baila al estrépito de los tamboriles, emulando en el paso el frenesí de un ataque de epilepsia. Desfilan para asombro de la tribuna con coloridos disfraces, algunos de superhéroes, otra de Cachavacha impasible. Y hay que ver con como se ilusiona el público cuando, plagiando a Titanes en el Ring, simulan pelear entre ellos arrojándose baldazos de papel picado.

Ese aturdidor espectáculo, que confunde al común de las personas, mantiene estupefactas al grueso de las fuerzas del orden mientras la criminalidad sigue en lo suyo; tan en lo suyo que los delincuentes ni siquiera tienen tiempo para ir al corso recreando el Vatallón Militante.     

Y cuando pase el carnaval seguirá el cirKo con El Beto de la Fernández como un singular maestro de ceremonias de estilo triste, imitador nato de Droopy D, anunciando que ya ningún policía osará cometer la imprudencia de un tal Chocobar. 

Tiene un particular encanto de humor negro que el apellido del delincuente abatido por Chocobar sea Kukoc. Porque el cuco de población honesta no es un policía que dispara al ladrón que huye tras acuchillar a su víctima, es el ladrón dispuesto a matar, el Kukoc. Y con doble K. Preciosa la metáfora, o acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", justicia poética.  

Gran parte del periodismo, tal vez el mismo periodismo que hoy pretende hacernos creer que el rugby es casi, o sic, (cuac!) el principal problema de la seguridad, puso su interés en estigmatizar a Chocobar, pero cubrió a Kukoc con una mortaja de silencio y olvido. 


Si se hubiera estigmatizado sobre la conducta de Kukoc con el mismo empeño con que se procuró demonizar a Chocobar, hoy podríamos estar llamando “Ley Kukoc” al proyecto que promueve El Beto de la Fernández para desentenderse de la Seguridad. 

Es que el acto central del cirKo promete ser espectacular: dejar la Seguridad en manos de otro  “Consejo de Seguridad Interior”, más orientado a controlar a las fuerzas de policiales y de seguridad que a conducirlas en sus funciones. Lo que se busca, para decirlo claramente, es paralizar la reacción punitiva del Estado y licuar la responsabilidad política. 

¿Qué hay de espectacular en eso? Lo espectacular será el resultado final: Si "Un camello es un caballo diseñado por un comité", y "Un elefante es el ratón diseñado bajo especificaciones del gobierno”, sepamos que del Consejo de Seguridad Interior que planea El Beto de la Fernández lo que puede salir es una babosa gigante...



Lejos de resolver problemas o atender al menos cuestiones importantes, El Beto de la Fernández  envía al Congreso otro proyecto brillante e indispensable para mejorar la vida de los argentinos: declarar 30 ciudades como "capitales alternas". 

Uno podría entender que busquen “capitales alternos”, pero no, estos tipos camino al default buscan declarar capitales alternas del país, pero no dos o tres, ni siquiera una por provincia: ¡treinta!. Y que pueden ser más, porque la generosidad de la pavada no tiene límite.

Y mientras tanto, siguiendo los pasos completamente estudiados de Axel Kicillof, dice Martín Guzmán: “Este gobierno no va a aceptar que la sociedad argentina quede rehén de los mercados financieros internacionales". 

¡Menos mal! Porque es muy evidente que si llega a quedar rehén y la tiene que liberar Frederic, es boleta...

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía. 

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