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jueves, 8 de junio de 2023

¿SERÁ CIERTO QUE QUEREMOS MEJORAR?



En este breve artículo no habrá nombres. Realmente serían una distracción y presumo que, como la sensibilidad política está exacerbada, de hacer citas concretas espantaría a lectores varios.  

Transcurren los días donde se definen las primeras roscas preelectorales en Argentina, cuando hay que cerrar alianzas y acomodar las ambiciones que pugnan por mantenerse en el bondi del poder o subirse a él. Si la normalidad del país es un constante desquicio, en estas horas es peor. 

Hasta aquí hemos visto un compilado de inconsistencias, ideológicas, históricas, conductuales, en la que el rasgo más notorio son esos agravios entre los que se abrazaban y estos abrazos entre los que se agraviaban. Es, ciertamente, temporada alta para los cazadores de archivos. 

Todos estamos en campaña, aunque miremos con indiferencia o desprecio el bondi ese al que tantos quieren subirse a cualquier precio. La política es una necesidad insoslayable desde que condiciona nuestras vidas de formas mucho más marcadas, a veces brutales, a lo que ocurre en otros países. En sociedades donde los marcos institucionales son fuertes y existen las políticas de Estado, las elecciones no son dramáticas. El rumbo de esos países está preestablecido más allá de quienes ganen o pierdan las elecciones.

En Argentina, por desgracia, las instituciones no son fuertes, la única política de Estado parece ser la decadencia y por ende no hay rumbo prefijado. No hay consensos entre argentinos. O tal vez sí, uno muy dañino: el otro es peor.

Con la tragedia siempre a punto, la campaña electoral no tiene una época, no es algo que se dé cada dos años y con mayor intensidad cada cuatro, es constante, termina cuando se habilitan las urnas y se reinicia al conocer los resultados. Todo es parte de la campaña, porque nadie desconoce que los spot publicitarios de municipios, provincias y Nación, no tienen sentido institucional sino electoral. Del mismo modo, si alguna vez alguien pensó que el periodismo debía informar con neutralidad política, hoy ese postuado no tiene ninguna vigencia. No hay comentarista relevante que no tome partido, lo que antes era sutil ahora es pornográfico. 

Así los temas que deberían debatirse razonablemente, se agotan en chicanas vulgares de las que no serían toleradas entre contertulios de ningún cafetín.

Estamos viendo el show de nuestra insignificancia, las bravuconadas de las cobardías, los amagues de rebeldía en tantos conformistas, los aprestos gatopardistas para que nada cambie. En cada uno de nosotros, donde nos toca la campaña lo verdadero y lo falso se difuminan, tanto que cuesta reconconocer cuánto de verdad y cuánto de mentira nos decimos a nosotros mismos. 

¿Será cierto que queremos mejorar?

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.

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