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miércoles, 23 de marzo de 2022

NUNCA DIGAS "MALVINAS" EN VANO



A los que dejaron sus vidas
 
 en el suelo que sabían argentino de las Islas Malvinas, 
en el mar austral, o en el cielo de mi Patria, 
de rodillas ante su memoria

Enrique Pinedo


Allá lejos en el tiempo, cuando yo era un joven abogado, disfrutaba mucho de conversar con el Dr. Enrique Pinedo. Teníamos varios intereses en común, especialmente dos: la libre colegiación de los abogados y la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. Aunque parezcan cuestiones distintas, para nosotros estaban muy relacionadas desde la lógica del deber ser de la Nación Argentina. 

Coincidíamos plenamente en que el objetivo de recuperar las Islas Malvinas -como cualquier otra causa nacional- exige hacer de la Argentina un país serio, condición indispensable para poder desarrollar el potencial del territorio y en especial el de la Patagonia. Con una Patagonia en crecimiento, analizábamos, la usurpación británica no podía más que debilitarse. Y esto lo pensábamos varios años antes que Néstor Kirchner, como gobernador de la Provincia de Santa Cruz, recibiera 600 millones de dólares por regalías petroleras en el año 1999. De haber caído esa suma en manos decentes hubiera sido la inversión inicial para el despegue económico de Santa Cruz, pero no eran manos decentes. "Tengo 600 millones" dijo Kirchner, y está claro -es lo único claro- que no fueron invertidos en proyectar hacia el desarrollo a Santa Cruz.

En 1994 tuvo lugar uno de los peores desaciertos institucionales de la República Argentina: la reforma de la Constitución Nacional. Un pacto espurio entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín -el primero para obtener la reelección inmediata y el segundo para sumar algunas bancas de senadores-, impulsó la reforma sin que ninguna fuerza política estuviera realmente pensando en el diseño institucional del país; como lo demuestra la incorporación al sistema presidencialista de elementos del sistema parlamentario sin armonización alguna.

Los únicos objetivos reales de la reforma constitucional de 2994 eran de pura coyuntura política, sin embargo como era necesario encubrirlos con la apariencia de una proyección de largo plazo se incorporaron algunas cláusulas destinadas a tapar la finalidad espuria y cortoplacista. En ese entendimiento recurrieron a Malvinas, estableciendo como disposición transitoria que: 

"La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.

La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino".

Aldo Rico, veterano de la Guerra de Malvinas y en ese entonces convencional constituyente, dijo en el momento que esa sola disposición justificaba la reforma constitucional. Por supuesto se entiende la fibra sentimental en quienes combatieron por la soberanía, pero explicitar algo no necesariamente garantiza que pueda alcanzarse con mayor compromiso que un entendimiento tácito. Más aún, podría decir, a la luz del tiempo transcurrido y la cada vez mayor lejanía del objetivo planteado, que haberlo explicitado fue casi como archivar un expediente para decir que está pero sin ninguna intención de volver a abrirlo.

Hoy el incumplimiento de la Constitución Nacional es tan alevoso que nadie se escandaliza. Hemos normalizado el vivir sin más reglas que la voluntad de una dirigencia política devenida casta. Y así, por ejemplo, hace más de doce años que el órgano constitucional Defensor del Pueblo de la Nación se encuentra vacante, inutilizado por acefalía. En los hechos, el Artículo 86 de la Constitución Nacional, incorporado por la reforma del 94 ha sido derogado, dejando en el Estado otra burocracia inútil.

¿Quién puede creer que un país gobernado a capricho de intereses mezquinos sea capaz de proponerse y alcanzar objetivos nacionales?

Argentina se precipita por la decadencia en un alud de daño institucional, degradación cultural y miseria intelectual. La ya eternizada crisis económica, oculta con su propio estruendo que el margen de estar quebrados también estamos indefensos, faltos de Inteligencia, inseguros, con serios problemas para sostener en distintos puntos el monopolio de la violencia que el Estado no puede resignar y, por lo tanto, mucho más cerca de perder territorio que de recomponer nuestra integridad territorial. Somos un país sin credibilidad internacional en ningún orden, porque tenemos una diplomacia errática cuya palabra no tiene el respaldo de las bayonetas, con un seudo servicio de Inteligencia dedicado a denunciarse a sí mismo para espanto y rechazo de la comunidad de Inteligencia de las naciones libres, y que cada vez que el escenario mundial nos ofrece una oportunidad de integración la desperdiciamos queriendo inventar la pólvora.

Si somos semejante desastre es por una sola y sencilla razón: vivimos ignorando la Constitución Nacional. Eso significa perder la identidad nacional, el sentido del deber (hoy el incumplimiento de los deberes de funcionario público es masivo) y reducir el patriotismo a un mero brote sentimental que aflora con fuerza menguante en algunas fechas significativas y se diluye, hasta ser insignificante, en el día a día.

Si Malvinas va a ser solamente una fecha en el almanaque no las vamos a recuperar nunca. Malvinas debe ser mucho más que eso. Malvinas debe ser un plus de patriotismo llamando a hacer de la Nación Argentina un país serio, con un claro sentido del deber que parte, necesariamente, de dar vigencia real a la Constitución Nacional. Malvinas debe ser la racionalidd de no repetir una y mil veces las recetas desl fracaso esperando que funcionen.

En estos días un documento de los obispos de Chubut da cuenta de la "tragedia educativa" en esa provincia. Y todos sabemos que la tragedia educativa no es algo puntual de una provincia, es un mal inadmisiblemente extendido a todo el país, con niños que tras varios años de primaria no saben leer y estudiantes secundarios incapaces de comprender lo que leen, por no hablar del adoctrinamiento en algunos claustros universitarios para cerrar un no pensamiento.

Vuelvo a recordar aquellas charlas con el Dr. Enrique Pinedo sabiendo que el futuro que queríamos y viendo el presente me pregunto: ¿A quiénes les sirve una Patagonia poblada por ignorantes? ¿A quiénes beneficia una Argentina embrutecida, confundida, resignada? Es evidente que a todo enemigo.

Para los británicos y sus kelpers, la Argentina de régimen kirchnerista (que no interrumpió el interregno cambiemita) es la mejor garantía de sostener sin esfuerzo alguno la usurpación de las islas argentinas del Atlántico Sur. 

Para los comunistas del Foro de San Pablo, dedicados a exportar la infección totalitaria de la dictadura castrista, esta Argentina es un bocadito al que ya le están clavando los dientes con sabor venezolano y el rojo aderezo chileno.

Para los etnonacionalistas mapuches, instrumentos dirigidos por comunistas y funcionales a los británicos, la Argentina anémica, debilitada por el kirchnerismo, es una invitación a hacer realidad la fantasía del Wallmapu.

Por todo lo hasta aquí expuesto, la conmemoración de los 40 años de la reconquista del 2 de Abril de 1982 debe ser mucho más que una catarsis emocional o el necesario abrazo de agradecimiento a los que combatieron por la dignidad nacional.

Sería patético golpearse el pecho con las bravuconadas de la impotencia, gritando que las Malvinas son argentinas mientras seguimos haciendo todo para que no lo sean.

Ocurre también que al 2 de Abril lo antecede el recuerdo del 24 de Marzo de 1976, utilizado por la izquierda para falsear la historia, ocultar los crímenes de las organizaciones terroristas dirigidas por Cuba y mantener a la Argentina empantanada de pasado y bajo el saqueo constante, como lo demuestra la estafa con los desaparecidos expuesta mediante una monumental y firmemente documentada investigación por José D'Angelo. 

No se puede mirar al futuro, y ni siquiera alcanzar al presente, cuando el pasado está falsificado.  

Este 24 de Marzo vamos a escuchar otra vez las mentiras del kirchnerismo a las que se pliegan los devotos progres de la mal entendida "corrección política", ladrones de fondos públicos y tiradores de flores al río, complices de la corrupción que empobrece y envilece a los argentinos. 

Y luego el 2 de Abril escucharemos a esos mismos hablar de Patria y soberanía. Discursos huecos, mientras los chicos pasan de año en las escuelas sin alcanzar los conocimientos mínimos que, se supone, cada uno de esos años representa. Discursos profanos sin ninguna conexión con la decencia, palabras absurdas a las que ningún hecho respalda.

Malvinas no es una palabra para decir en vano. Malvinas es Patria, Malvinas es también una deuda que como tal debe ser asumida por cada uno de nosotros. 

El 20 de Noviembre de 2019 publiqué un artículo titulado "MALVINAS COMO CRISTAL DE LA PATRIA", cierro ahora este artículo tomando un párrafo de aquel: 

Fue Mariano Grondona, a quien tuve por profesor de Derecho Político en la UBA, quien en su libro “La Argentina como vocación” planteó crudamente el significado de la Guerra de Malvinas como una deuda con aquellos que dejaron su vida en el combate. “Si empujamos decisivamente hacia adelante a la Argentina, la vida y la muerte de todos aquellos adquirirán sentido. Si no lo hacemos su vida y su muerte serán vanas. ¿Se quiere una deuda más pesada que ésta?”, sentencia Grondona. Y aunque yo crea que la exigencia de ese llamamiento de la Patria no consiste en que esas muertes adquieran sentido sino en evitar que lo pierdan, el razonamiento de Grondona es preciso en conducir atemporalmente a la pregunta clave que nunca debemos dejar de formularnos: ¿estamos hoy más cerca o más lejos de Malvinas que en 1982?

 

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.



domingo, 13 de marzo de 2022

"STONE STAR", LA PIEDRA DE CRISTINA FERNANDEZ




La piedra de Cristina ha conmovido al kirchnerismo como no lo hicieron las piedras contra la Policía en 2017 ni las piedras con nombres de muertos con covid. 

Ahora les brotó la sensibilidad...

Esa piedra cuenta una historia de cinismo político e hipocresía obediente. Empecemos por el final.

La piedra en cuestión irrumpió en el despacho de la vicepresidente Cristina Fernández en la agitada jornada del 10 de Marzo de 2022, cuando una vez más la izquierda salió a la calle con la pretensión de imponer su voluntad por la fuerza de la barbarie. 

Si suponemos que el hecho fue real y no otra puesta en escena de las que acostumbra el kirchnerismo como farsa constante, podemos imaginar que el zurdo violento y antidemocrático que la arrojó contra esa ventana no sabía que tal piedra tenía el don de las estrellas nacidas para la cámara. 

Y allí estaba la cámara, agazapada en el despacho como corresponsal de guerra en Ucrania, esperando con la fuerza de lo predestinado, o guionado -vaya uno a saber-, que esa piedra hiciera su entrada triunfal a la fama. 

Entonces rugió el león de la Metro cuando catapultada al estrellato, atravesando el vidrio y levantando con elegante glamour cinematográfico la suave cortina que hacía las veces de telón, la cámara se regocijó en filmarla para concluir en un primer plano dramático de la ya Stone Star sobre cristales rotos en dos libros alusivos a Perón y Evita. 

Con la escena perfectamente filmada, la voz en off de Cristina Fernández completó en la edición la película de victimización: un típico drama kirchnerista con la maximización de lo mínimo ocultando lo esencial. Antonio Cafiero, especialista en minimizar lo máximo en el grotesco peronista como arte, hubiera sintetizado su crítica al filme repitiendo su histórica pregunta: "¿murió alguien?". A falta de salas de cine, donde proyectar tan magnífica obra, la presidente, ¡ay, qué torpeza la mía!, digo: la vicepresidente ofreció su producción en Twitter.

Es interesante, en este punto, ir al principio de la historia antes de volver aquí para darle cierre. 

Allá por diciembre del 2017, durante el tibio y fracasado interregno macrista, el gobierno cambiemita permitió que la policía se sacrificara en vano permaneciendo estoicamente bajo un aluvión de cascotes. Aquello que empezó como una protesta contra el tratamiento del proyecto de ley de reforma previsional, previsiblemente violenta, se había convertido en una obscena lapidación permitida por la cobardía de los progres. Ningún funcionario tuvo lo necesario para dar a tiempo la orden de reprimir. Puede decirse que ese día el macrismo inició su retirada, porque luego tampoco supo capitalizar políticamente el sacrificio de los policías. Había dejado expuesta su falta de voluntad para dar batalla cultural, que palos incluye, y sostenerse en el poder. 

Por supuesto aquella inoperancia amarilla no justificaba de modo alguno la violencia roja que merecía total repudio por ser una barbarie antidemocrática, de las que llevan a imposibilitar cualquier consenso como es corriente en sociedades civilizadas que se expresan a través de sus instituciones. 

Muchos repudiamos la barbarie zurda, cuestionando también que los tibios dejaran prolongarse la lapidación. Si todavía hay países que lapidan delincuentes, en Argentina se lapidan policías, lo cual es lógico si se entiende que aquí se  mantiene e incentiva un ensañamiento feroz contra los defensores de la Patria que vencieron al terrorismo castrista. No hay cuestión en nuestra sociedad que no remita a la estupidez de perseguir y condenar a nuestros defensores satisfaciendo a los agresores.  

Es en esa lógica suicida (impuesta en modo Gramsci para terminar con la Nación Argentina), que otros no repudiaron esa violencia roja de comunistas, troskos, anarquistas y kirchneristas, más aún la justificaron. Porque esa es la barbarie con la que buscan aprovecharse de la indefensión de la República. 

Ante esos hechos Cristina Fernández hizo algunos interesantes posteos en Twitter que es preciso revisar para exponer su cinismo hipócrita. 

El 19 de Diciembre de 2017 abrió un hilo señalando que las palabras en el Congreso dichas por Agustín Rossi, jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria, expresaban con mucha claridad "la posición de nuestro espacio político". 

Conforme a esa claridad, publicó distintos fragmentos del discurso de Rossi, entre los que destaca la selección de uno muy significativo: "Este proyecto perverso perjudica al conjunto del pueblo argentino, por eso ha generado la reacción que se vio en todos lados menos en este recinto". 


Muy claro queda entonces que el kirchnerismo justifica la violencia antidemocrática frente a las ideas y propuestas de los demás. Porque lo que ocurrió en la Plaza de los Dos Congresos no fue una reacción cívica con manifestación pacífica sino un grosero intento de coaccionar a los legisladores por medio de la violencia. Casualmente, como tantas otras casualidades casuales que se dan en Argentina, ese mismo año había ocurrido que el 24 de Marzo, en la Plaza de Mayo, las organizaciones de derechos humanos reivindicaron abiertamente el accionar de las bandas del terrorismo castrista en los años de plomo; situación que el gobierno de tibios eligió no ver dejando así que los violentos totalitarios se envalentonaran. 

Pretendía el kirchnerismo, entonces, que la causa de la violencia estaba en el proyecto, cuya inspiración atribuían al FMI, y en el gobierno por impulsar ese proyecto. 

Unos días después de ese posteo, Cristina Fernández publicó otro tuit recomendando la lectura de un artículo del montonero Luis  Bruschtein publicado en Página/12, texto al que calificó de "excelente".

Bajo el título "Mea culpa" el escriba montonero da rienda suelta a su condición de propagandista K, inventando un relato que por lo grotesco de sus distorsiones revela la intolerancia del kirchnerismo.

Curiosamente fechado por Página/bolche el 26 de Diciembre de 2017 (CFK publicó el enlace el 23), el montonero Bruschtein pinta un cuadro de situación en el que el gobierno macrista para saquear a los jubilados "después de decir que son su principal desvelo, va a felicitar a los policías que les rompieron la cabeza". Por ello "satura los alrededores del Congreso con una parafernalia represiva porque un supuesto informe de inteligencia dice que hay 1200 subversivos dispuestos a ocuparlo. El despliegue es una provocación a los manifestantes que hacen uso de su derecho constitucional a defender su bolsillo".

Como vemos, el cuento del montonero Bruschtein, relata que los manifestantes realizaban una pacífica protesta ciudadana en ejercicio de derechos constitucionales pero se sintieron provocados por ver a uniformados dispuestos a preservar el orden. Raro, porque como muchos lectores de este blog he sido muchas veces un manifestante en protestas ciudadanas, ejerciendo mis derechos constitucionales, y nunca me sentí provocado por la presencia policial, incluso en situaciones en las que había más policías que manifestantes. 

Se ve que para el montonero Bruschtein, igual que para Cristina Fernández hay una especie de civismo que consiste en arrojar cascotes contra la policía. En el colmo de su inconsistencia, afirma que decenas de esos manifestantes tan cívicos, incluyendo mujeres y ancianos, fueron apaleados, gaseados, fusilados con balas de goma y detenidos. Pero como esa descripción es de una mendacidad evidente intenta disfrazarla de veracidad señalando como oficialistas a todos los diarios que publicaron en tapa las fotos de manifestantes tirando piedras. "Sólo Página/12 mostró la parafernalia represiva en su tapa", sostiene Bruschtein para el autoconvencimiento de los militantes fanáticos capaces de ignorar la realidad en la tapa de todos los diarios que Página/bolche procuró borrar de la realidad en un recorte stalinista de las fotos. Y es que en el cuento del montonero escriba los manifestantes fueron apaleados "hasta extender la violencia a toda la manifestación". Así que una vez más la cuenta explícitamente al revés: "De pronto, las víctimas aparecen como los victimarios", afirma como para que su cara gane un lugar en la Isla de Pascua...

Con la memoria de ese artículo, cabe evaluar las palabras de Cristina Fernández en su video de victimización, puestas alrededor de la "Stone Star" que alcanzó dimensión de diva en su despacho.

Por supuesto arranca echando la culpa a Mauricio Macri del nuevo acuerdo con el FMI, sigue indicando que al momento del piedrazo la acompañaban en el despacho Oscar Parrilli, Anabel Fernández Sagasti y Máximo Kirchner, y sobre esa introducción lamenta que "Paradójicamente fue mi despacho el que atacaron" para añadir hacia el final que desde 1983 como militante política le tocó ver "escenas de violencia siempre vinculadas a ese organismo y sobre todo a las políticas que imponía a los distintos gobiernos".



Lo expuesto demuestra que Cristina Fernández no repudia la violencia contra las instituciones democráticas. Lo cual de por sí es muy grave por su rol institucional, lo único que ella dice lamentar es que esa piedra con vocación hollywoodense haya sido arrojada contra su despacho. Una vez más Cristina Fernández exhibe su narcisismo extremo, ella realmente parece creer que su persona es más importante que las instituciones como instrumentos de la convivencia democrática. Es el mismo trastorno orwelliano que experimenta el kirchnerismo al interpretarse, lo hizo a través de Carta Abierta, no como una facción democrática sino como la democracia misma, justificando en ello cualquier corrupción o atropello con la pretendida creencia de ser el único todo posible. Totalitarismo se llama eso.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.


martes, 8 de marzo de 2022

LOS ARGENTINOS Y LA LEGIÓN INTERNACIONAL EN DEFENSA DE UCRANIA



Mi lectura sobre los jóvenes argentinos que se ofrecen como voluntarios para integrar la Legión Internacional de Defensa de Ucrania, es que, además de los bríos propios de la juventud, están canalizando sus ganas de pelear por la Argentina en la frustración de saber que aquí nadie lo está haciendo.

Leo con desagrado opiniones que los descalifican, con un abanico de etiquetas que van de idiotas a suicidas y la más ofensiva de todas: cipayos.

Y con más desagrado todavía, leo que hay quienes creen que los ucranianos deberían someterse a la voluntad de Putin, aunque sea el agresor que busca poner fin a la independencia de su país,  porque al fin de cuentas va a ganar la guerra. Esas cosas sólo las pueden sentir, pensar y decir pusilánimes que no sienten ningún amor por su propia Patria. 

Los ucranianos están cumpliendo con su deber (y conste: lo mismo creen estar haciendo los soldados rusos). Nuestro país se ha alejado vigorosamente del cumplimiento del deber, ha perdido identidad y ostenta en el gobierno de la casta política (toda ella) una inmoralidad que daña las instituciones, degrada la cultura y extiende la miseria intelectual que precipita nuestra decadencia. 

No aliento a ningún joven a ir a combatir en Ucrania porque creo que el combate debe darse en casa, pero de nuevo: acá nadie relevante (persona ni organización) está proponiendo una lucha seria por la recuperación de la argentinidad. Toda la casta política se dedica a ganar tiempo para sí misma, sosteniendo sus privilegios mal habidos a cualquier costo.

En esa falencia de liderazgo y organización patriótica, es que interpreto que cada uno de esos jóvenes, eventuales legionarios, nos están señalando a sus mayores el fracaso de nuestra generación. 

Los jóvenes nuestros no solamente emigran en gran numero, sobre ese dato (de por sí grave) tenemos un agravante: unos pocos también están dispuestos a combatir las guerras de otros. Y no es meramente por la emoción de la aventura individual. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, 
un liberal que no habla de economía.

sábado, 5 de marzo de 2022

DE PROFECÍAS AUTOCUMPLIDAS Y OTROS RIESGOS (REFLEXIONES ACERCA DE LA INVASIÓN DE RUSIA A UCRANIA), por Juan Carlos Neves*.



La caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, junto a la alianza militar del Pacto de Varsovia, marcaron el fin de la guerra fría y redujeron al gran imperio soviético a volver a ser simplemente Rusia.

Esta circunstancia marcó el fin de la “Guerra fría” y permitió al entonces presidente de los Estados Unidos de América (George Bush) hablar del “New World Order” (Nuevo Orden Mundial) en el que su país se entronizaba como una única superpotencia y los conflictos se resolverían a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sin que país alguno ejerciera el derecho de veto para bloquear las resoluciones adoptadas por ese organismo.

Ese Nuevo Orden Mundial se estrenó cuando la Irak de Sadam Hussein invadió a Kuwait y el Consejo de Seguridad dispuso una operación de “Peace Enforcing” (forzamiento de la paz) que fue ejecutada por una gran alianza multilateral coordinada por los Estados Unidos en la que participaron países tan distantes como la República Argentina, quien destinó dos grupos de dos unidades navales a esa operación.

Sin embargo, una generación de estrategas y analistas militares, en EUA y Rusia, formados en la fragua de la guerra fría, siempre creyeron que tarde o temprano los viejos adversarios volvería a enfrentarse tan pronto los rusos recobraran sus fuerzas y rearmaran sus ejércitos. 

Esa profecía no era compartida por todos, al menos en EUA. En los años 1992 y 1993 mi carrera naval me llevó a desempeñarme en el Centro de Estrategia y Campaña de la Escuela de Guerra Naval de la armada de los Estados Unidos (United States Naval War College).

Había entre mis colegas americanos de entonces dos preocupaciones dominantes. Una era que Rusia se disgregara y terminara en un descontrol de tal magnitud que sus armas nucleares cayeran en poder de grupos paramilitares o terroristas con consecuencias impredecibles. La otra era que los EUA se relajaran ante la pérdida de poder ruso y se desguarnecieran quedando a merced de un resurgimiento de la Unión Soviética.

Esta discusión se saldó con el análisis de la revolución de agosto de1991 en la Unión Soviética que fue abortada por la decidida acción de Boris Yeltsin. 

Los analistas americanos concluyeron que, si la revolución hubiera triunfado, Rusia hubiera vuelto a constituirse en una amenaza ya que su capacidad nuclear estaba intacta. La definición de “amenaza” quedó establecida como la existencia de un actor con capacidad militar para dañar los intereses vitales de los EUA y una intención hostil. Pero mientras que el tiempo para modificar una actitud amistosa o neutral y transformarla en hostil podía ser muy breve, incluso de semanas y aun días, el tiempo para desarrollar una capacidad militar requería un promedio no menor a cinco años.  Por ello se decidió que mientras Rusia o cualquier otro actor en la escena internacional poseyera capacidad nuclear, los EUA mantendrían la suya. 

Eran tiempos en que la Argentina a través de la voluntad de la dupla Menem – Di Tella pugnaba por ser admitida en la OTAN y mis colegas americanos me decían socarronamente que con la presente realidad, más que nuevos amigos necesitaban nuevos enemigos, para justificar y mantener sus presupuestos.

A medida que Rusia fue recuperando sus capacidades y consolidando su economía, a partir de que Vladimir Putin alcanzara el poder en 1999, la desconfianza en las potencias occidentales integrantes de la OTAN fue aumentando. Asimismo, los países integrantes de la ex Unión Soviética comenzaron a sentir un fundado temor a la hostilidad de su poderoso vecino y pugnaron por ser admitidos en la Unión Europea por razones económicas y en la OTAN por razones de seguridad.

En el otro extremo, del lado ruso, ese crecimiento de la OTAN, que se acercaba inexorablemente a sus fronteras occidentales, fue visto como una grave amenaza a su seguridad ya que, en su entender, la desaparición del Pacto de Varsovia, que agrupaba a los países bajo la órbita de la ex Unión Soviética, debería haber llevado a la disolución de la OTAN o al menos a inhibir su crecimiento.

Las profecías formuladas en ambos bandos, de que un nuevo enfrentamiento era inexorable fueron aumentando y cada nuevo acontecimiento las reforzaba. Los rusos se sintieron agredidos por la “revolución naranja” del año 2004 que llevó al poder a un presidente pro occidental en Ucrania. EUA y Europa contemplaron con preocupación las acciones militares rusas en Georgia en el 2008, la anexión de Crimea en el 2014 y la eficaz participación de Rusia en el conflicto sirio del 2015.

Lo cierto fue que la OTAN siguió su expansión hacia el Este hasta llegar a lo que Rusia consideró el punto de inflexión que fue la posibilidad de la incorporación de Ucrania, adonde ya había un conflicto abierto entre el gobierno central y las dos repúblicas separatistas pro rusas en el este del país.  

Vistos todos los antecedentes, los movimientos militares rusos en las fronteras ucranianas, señalados por el presidente Vladimir Vladimirovich Putin como meros ejercicios, fueron percibidos inicialmente como típicas jugadas de crisis, para realizar negociaciones ventajosas,

La invasión generalizada y masiva de Rusia que comenzó el 24 de febrero rompió con el orden internacional imperante y terminó con toda posibilidad de una negociación pacífica. Las profecías se habían autocumplido y la palabra guerra volvió a aparecer de la forma más súbita e impensada.

El Presidente Ucraniano Volodímir Oleksándrovich Zelenski enfrentó tres opciones cruciales. Rendirse y evitar la guerra al costo de la libertad de Ucrania, escaparse y formar un gobierno en el exilio abandonando a sus compatriotas o plantarse y enfrentar a una fuerza militar superior con todas las consecuencias que ello implica en términos de pérdida de vidas y bienes. Eligió la tercera, para gloria de su nombre y de su país y allí comenzó la guerra de verdad. 

En este punto terminan los análisis previos y comienzan las reflexiones geopolíticas y militares. 

El militar prusiano Karl Von Clausewwitz describía a la “niebla de la guerra” como la consecuencia de factores de incertidumbre propios de las acciones bélicas que generan que los planes nunca se cumplan exactamente como fueron concebidos en los Estados Mayores. Ello explica que Putin haya sorprendido a Occidente lanzando una invasión general a Ucrania y que Zelenski haya sorprendido a los rusos decidiendo enfrentarlos en vez de rendirse o huir. Ahora los rusos sufren los problemas logísticos de ocupar un territorio tan extenso como dos veces la provincia de Buenos Aires y una población similar a la de toda la Argentina. En tanto los ucranianos ven impotentes como se destruye su infraestructura y deben abandonar sus hogares. Una tragedia evitable, generada por errores de cálculo de los líderes del Este y el Oeste.

La lucha aún no está definida y probablemente la fase armada del conflicto se prolongue, pero ya tenemos elementos como para hacer algunas reflexiones y conclusiones de interés.

1. El orden internacional ha sido alterado en forma definitiva. Cuando el presidente de EUA, Joseph Robinette Biden, manifestó que una invasión rusa a Ucrania era inminente y fue desmentido por su par ruso, quedó claro que uno de los dos mentía. La invasión se produjo y Putin, no solo violó groseramente el orden internacional, también demostró que había intentado engañar al mundo y perdió toda confianza y credibilidad.

Cierre como cierre el conflicto, la desconfianza y el armamentismo serán la nueva norma dominante en las relaciones internacionales.

2. El virus de la desconfianza también alcanzará a China. Aunque los chinos son tradicionalmente más astutos y pacientes que sus pares rusos la sospecha latente en los halcones de la OTAN de que tratarán de imponer por la fuerza sus objetivos políticos, cuando tengan el poder suficiente, ahora se ve reforzada y robustecida.

3. Desatada la guerra, Occidente apoyó a Ucrania con medios militares y suministros e impuso durísimas sanciones económicas a Rusia, pero en el terreno, poniendo el pecho y sufriendo las bajas, solo quedaron los ucranianos, con sus Fuerzas Armadas, sus reservistas y sus voluntarios civiles. Esta es una lección muy importante para todos los países que piensan que pueden confiar su defensa a terceros y renunciar a sus propias fuerzas defensivas y disuasorias. Sabido es que la OTAN no puede empeñarse bélicamente para defender a países no miembros de la alianza y que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no puede resolver acciones contra países que tienen derecho de veto como Rusia, pero el resultado final es que Ucrania quedó sola y dependiendo de sus propias fuerzas. 

4. Considero necesario hacer una mención a los sucesivos gobiernos argentinos que desde hace décadas vienen golpeando a su aparato de defensa desarticulando los organismos de producción para la defensa, asignando presupuestos por debajo de los promedios de la región y debilitando a sus Fuerzas Armadas material y moralmente. La lección de Ucrania debería servir para cambiar urgente y dramáticamente esa actitud. Para los que no visualizan riesgos que justifiquen ese cambio de actitud, les recuerdo aquello de que las intenciones cambian en semanas y aún en días, mientras que las capacidades tardan años en adquirirse o recuperarse...

5. Finalmente, una última reflexión dirigida a los estrategas de escritorio que afirmaban que las guerras convencionales pertenecían al pasado y que, en todo caso, las guerras contemporáneas se desarrollarían únicamente con ataques a los sistemas de C3I2 (Comando, Control, Comunicaciones, Inteligencia e Informática) efectuados a distancia y empeñando sólo medios sofisticados y tecnológicos. En Ucrania, estamos viendo una guerra convencional con tropas en el terreno, tanques, helicópteros y aviones, demostrando una vez más que desde lejos solo se puede hacer daño pero que la ocupación de una nación y los objetivos políticos de tener el control y el acceso a su territorio y sus bienes, solo se alcanzan poniendo las botas sobre el terreno.

El mundo ha cambiado, más rápido aún que con el ataque del virus chino y siempre de una forma inesperada y sorprendente. Preparémonos para las nuevas realidades antes de que éstas nos desborden por exceso de confianza e imprevisión.


* Master en Relaciones Internacionales, Contralmirante Retirado, Veterano de Guerra de Malvinas, Presidente de Nueva Unión Ciudadana.